Opinión

O BANCO MALO DO MANOLO

Mi amigo Manolo, propietario de una fabrica de bancos de madera con problemas económicos, me preguntó el otro día que era eso del banco malo. Le explique que es una solución para sanear los balances de los bancos, es decir, el banco malo le compra a los bancos las viviendas que no consiguen vender, y después el banco malo, al que el Estado le dará un crédito (es decir, una enorme cantidad de dinero público), los vende en el mercado en un cómodo plazo de varios años. Mi amigo, que es un águila, me dijo: “O sexa, que os bancos quedan co activo e nós co pasivo tóxico”. Más o menos, le conteste.

Manolo me contó que a él le pasaba lo mismo que a los bancos pero con sus bancos de madera, que tenía un montón de bancos que había vendido y que no le habían pagado, que los clientes se los habían devuelto, pero que ahora eran activos tóxicos porque nadie se los compraba y le faltaba liquidez y que, claro, se iba a la quiebra. Después de suspirar un instante mi amigo me soltó: “Pois, como a miña empresa tamén é do sector bancario, coido que lle podo pedir o Estado que me os compre o banco malo”.

La verdad es que, conociendo a Manolo, no me sorprendió su idea porque algo de razón no le falta. Pero claro, le aclare que una cosa era un banco, dirigido por “ejecutivos muy preparados técnica e intelectualmente” y otra su empresa de bancos de madera, de las de toda la vida, de las que fabrican un buen producto y lo venden, y que, aunque pudiese haber una confusión nominal con el término banco, no era lo mismo. Manolo puso un gesto socarrón y me espetó: “É o mesmo, só que en vez de vivendas eu teño bancos de madeira que tampouco vendo, así que vou facer unha chamada telefónica ó Ministerio de Economía, que xa verás como o entenden”.

Me despedí de él y pensé con sorna, seguro que Manolo ni siquiera se puso una pequeña indemnización de un millón de euros por si su empresa quiebra, ¡que poca precaución! Pasados unos días mi amigo me citó para tomar un Ribeiro en las terrazas del Parque de San Lázaro, no se porque insistió en sentarse a la sombra del Carrabouxo, y me contó la conversación que tuvo con el Ministerio de Economía: Atendeume unha asesora moi amable. Preguntoume, “de que sector es su empresa”. Do bancario, respondín. Dinme conta que ó decirlle bancario ainda mostrouse mais amable. “Y en que podemos ayudarlo”. Vera, e que teño uns activos tóxicos que quero metelos no banco malo. “No creo que haya problema”, afirmó, “cuantas viviendas tóxicas tiene”. So teño unha, e non é tóxica, esta moi limpa. La asesora dudó un momento. “Si solo tiene una vivienda no tiene problema”. Respondílle que xa o sabía, que o problema non estaba na vivenda, sinon nos bancos. “¿Pero entonces su problema es que su entidad le debe dinero a otros bancos?”. Iso tamén, pero o problema é que non vendo os meus bancos. La asesora confundida preguntó: “¿pero cuantos bancos tiene Ud?”. Uns dous mil, respondín, dos de madeira que se poñen nas prazas e nas rúas para se sentar. “Perdone, pero aquí solo atendemos a bancos serios”. Contesteille que maís serio que a min non había ninguén e que os bancos eran de moita calidade, díxome, “disculpe pero estoy muy ocupada. Buenos días”. E ahí acabou a chamada.

Cuando acabamos el excelente ribeiro que nos habíamos tomado, mi amigo puso tal cara de retranca gallega que yo pensé: non sabe nada Manolo.

Te puede interesar