Opinión

EL ESPIONAJE

Desde que terminó la guerra fría entre el occidente capitalista y los países comunistas no se había hablado tanto de espionaje como en los últimos días. Y digo espionaje y no espías, porque estos últimos, tal y como los entendíamos, parecen haber pasado de moda y hasta han perdido ese misterio que los envolvía y que los hacía protagonistas de libros y películas.


Antes los espías tenían que afinar el oído para escuchar con disimulo una conversación en un café atestado de clientes y lleno de humo, o arriesgar la vida al entrar en una oficina y fotografiar documentos. Los espías actuales ya no son los clásicos individuos con gabardina, sombrero de ala, cigarro en la boca y cara de duro. Ahora hacen su trabajo desde el ordenador de su oficina y dentro de poco hasta puede ser que lo hagan desde su casa, más que nada para conciliar la vida familiar y laboral.


Antes se espiaba a los malos, ahora a todo el mundo, incluidos los amigos, que se supone que son los buenos. El espionaje se ha convertido en una escucha masiva de las conversaciones telefónicas o mensajes a través de internet de los delincuentes, de los ciudadanos, gobiernos amigos o enemigos y hasta el mismísimo pre-conclave que eligió al actual papa. Se ve que tampoco se fían de los cardenales.


Lo que ocurre es que las agencias de inteligencia están para proteger a los ciudadanos de la delincuencia organizada, no para espiar masivamente a los mismos. Es contradictorio que existan en muchos estados leyes de protección de datos personales que obligan a las empresas y al mismo tiempo esos estados se dediquen a escuchar las conversaciones y a obtener todos los datos que pueden de los ciudadanos a los que dicen proteger. Es difícil entender por qué Estados Unidos escuchaba las conversaciones de Ángela Merkel y de otros líderes mundiales amigos, como no sea para obtener ventajas políticas, lo cual demuestra que para el 'amigo' americano una cosa es la amistad y otra la confianza y los intereses.


Los europeos han echado la culpa del espionaje a los americanos y éstos responden diciendo que la culpa es de los europeos que les cedieron sus datos. En fin, todo un espectáculo que me mueve a pensar que fue una pena que Estados Unidos y Europa no espiasen lo de las hipotecas basura y los productos financieros tóxicos y evitasen su salida al mercado. Si lo hubiesen hecho ahora no tendríamos las crisis que tenemos. Espiar sigue siendo necesario, pero todavía lo es más centrar bien el objetivo en los terroristas y en la delincuencia, ya sea de guante blanco o sin guante.

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