Opinión

LUIS ARAGONÉS

Cuando yo era un niño le oí a mi padre hablar tanto de Alfredo Di Stefano como de Luis Aragonés. De Di Stefano recuerdo que cenó en nuestra casa, a la que vino en compañía de Delfín Álvarez, exjugador del Real Madrid y amigo -junto con su hermana Inés- de mi familia; la pena fue que a mis hermanos y mí nos mandaron a la cama, es lo malo que tiene ser pequeño. Con Luis Aragonés la relación de mi padre se limitó a tomar unos vinos en Madrid en compañía de un amigo común, y de él siempre nos comentaba que le pareció una persona peculiar y agradable.


Y la verdad es que peculiar sí que ha sido, además de un gran futbolista y entrenador. No sé si por casualidad o porque estaba Luis, el Atlético de Madrid de principios de los años setenta fue, probablemente, el más grande de la historia de ese club, capaz de poner contra las cuerdas al 'todopoderoso' Bayern Múnich, al que el Real Madrid tardaría años en doblegar. Recuerdo aquella final de Copa de Europa del año 1974 contra los alemanes en la que Luis Aragonés lanzó una falta con tanta maestría que el balón sobrevoló la defensa del Bayern sin que Maier, el gran portero germano, fuese capaz de mover una pierna, un brazo o un dedo -sólo arqueó las cejas con gesto de admiración-, limitándose a contemplar como entraba en su portería el balón. Al final, el Atlético perdió la final por una desgraciada jugada. Ahora Luis ha fallecido y las televisiones repitieron unas palabras suyas con las que contestó, cuando se le preguntó qué era el fútbol, que 'el fútbol es ganar, ganar, ganar, ganar y volver a ganar, a ganar, a ganar y a ganar?'. Y aunque esta expresión refleja que en su personalidad llevaba grabada a fuego la necesidad de poner en las cosas el máximo empeño, en esto discrepo de él, porque con aquel gol que le marcó a Maier no ganaron la Copa de Europa, pero estoy seguro de que, al igual que me pasó a mí, a muchísimos futboleros les quedó grabado en la retina o en la memoria y que sólo por eso Luis merecía ocupar una parte de la historia del fútbol español.


Pero la vida da mucha vueltas y el carácter y la experiencia son capaces de mover montañas, y de ambos Luis estaba sobrado. Después de entrenar a grandes clubes lo nombraron seleccionador de España, en un momento en el que el equipo estaba estancado. Tuve la oportunidad de ver un partido de España contra Venezuela en Las Palmas en el verano del año 2004, era seleccionador Luis, jugó Raúl y aunque ganaron, el partido fue normalito. Estaba claro que la selección había que cambiarla y Luis sentó a Raúl y después no lo seleccionó, ganándose las más crueles críticas. A pesar de ello no se encogió y fue capaz de renovar la selección y crear un estilo propio que nos hizo pasar de la 'furia española' al juego coordinado e inteligente, aprovechando la clase de grandes futbolistas que a nivel de selección no eran capaces de brillar. Luis dejó claro que en la selección mandaba él, y entonces encontró el estilo adecuado para el equipo, lo hizo campeón de Europa y dejó como legado un futuro tan prometedor que llegaron a campeones del Mundo de la mano de otro gran futbolista y entrenador, Del Bosque, al que vi jugar en un Ourense-Real Madrid de Copa.


Decía el otro día en la radio una comentarista que Luis era 'tosco' y que a veces se enfadaba, y es cierto, pero estoy seguro de que si dijéramos 'que levante la mano el que alguna vez no se ha enfadado o ha sido tosco', no la levantaría nadie, y sin embargo si decimos 'que levante la mano el que hizo campeona a la selección española de futbol y creó un estilo ganador', sólo la podrían levantar Del Bosque, aquí en la Tierra, y desde el Cielo el 'cascarrabias' de Luis Aragonés, que seguro que ya está explicando en las alturas como le marco el gol al Bayern Múnich de Maier.

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