Opinión

ME HAN DICHO QUE DIGA

José María Barreda, a la sazón presidente de la comunidad castellano-manchega es a la vez dos cosas que, hoy por hoy, parecen sino incompatibles, sí difíciles de casar: por una parte es un hombre de bien y de palabra con las ideas claras pero por la otra, ay, es un político. Hace un par de días dijo en voz alta algo que piensan muchos en el PSOE pero que no se atreven de decir en público. Y se organizó la mundial. Desde la vicepresidenta del Gobierno hasta la joven Leire Pajín levantaron la voz para sumarse al coro de los que no quieren ver una realidad que es evidente por muchas cosas. El partido de don Pablo Iglesias está en caída libre y nada hace sospechar que de aquí a 2012 -si es que aguanta hasta entonces- la situación pueda cambiar demasiado. A esto hay que añadirle que si bien para el presidente la cita es ese año, antes hay autonómicas y municipales y en esas elecciones, les guste o no, la marca ZP no cotiza precisamente al alza.


Pero Barreda, decía, es además de un tipo con las ideas claras un político y por segunda vez en poco tiempo se ha visto obligado a rectificar. Pero poco. Ha escogido el mismo camino que Guerra y su problema -creado artificialmente para tapar su autentica crítica- con lo de señora o señorita. Guerra no se disculpó, se limito a decir que si alguien se sentía incomprensiblemente molesto/a, él quitaba lo de señorita y que pusiera cada uno lo que mejor le pareciera. Pues Barreda algo parecido.


En un juego dialéctico ha venido a decir que le han dicho que lo que dijo no estaba bien dicho, que le dijeron que dijera diego donde dijo digo. Y ha vuelto a reinar la paz porque todos están por la labor de no destapar el cajón de los reproches que debe estar a rebosar. Pero Barreda no ha dicho exactamente que piensa lo contrario de lo que afirmó sino más bien que sus asesores le han hecho saber que no fue muy conveniente, muy políticamente correcto lo dicho y reiteró para apoyar al presidente del Gobierno como no podía ser menos.


Pero las excusas pasan y las ideas quedan. Da igual que Guerra diga ahora lo que quiera porque Trinidad Jiménez será la señorita Trini y ya puede Barreda escuchar a sus asesores que todos tendremos en la mente que al menos un varón socialista ha dicho que si esto sigue así, el final es la catástrofe electoral. Yo no entiendo muy bien las democracias de líderes carismáticos, me chirrían y menos aun los partidos incapaces de reflexionar y menos aun que menos, un partido de izquierdas que haya enterrado por decreto o eliminación el debate interno, la confrontación enriquecedora y la capacidad autocrítica. Pero es lo que se lleva y no creo que sea bueno. Entre la unidad exigible en todo colectivo y el silencio de los corderos, hay otros caminos que convendría recuperar.

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