Opinión

Larga vida al rey Loeb

El rey ha muerto, larga vida al rey! Esta frase, que se utilizaba para despedir al rey que fallecía en la época de la monarquía francesa, tendría que haberse utilizado de nuevo al término del rally de España- Cataluña, la última prueba que realizó Sebastien Loeb antes de su retirada parcial.

Deja los rallys el más grande. El más grande en títulos con nueve, el que más victorias en pruebas del Mundial ha obtenido hasta el momento con 76 y el que mejores tiempos de tramo ha logrado en su carrera con nada menos que 875 pero sobre todo se retira el mejor piloto de la historia de los rallys.

Objetivo siempre de la crítica comparativa frente a otras épocas y pilotos, Loeb ha ido callando bocas a golpe de record. Sus nueve Mundiales no son casualidad, son producto del talento de un hombre que nació para conducir a pesar de haber sido gimnasta en sus primeros años como deportista.

Sus rivales respiran desde el domingo aliviados con el nuevo horizonte que parece abrirse en el mundial. Un asiento libre en el mejor equipo, una marca nueva en el campeonato y el 'abusón' corriendo tres o cuatro pruebas para disfrutar y en las que a pesar de todo partirá como favorito abriendo la posibilidad de hacer crecer el mito un poco más, quién sabe si en busca de las 80 victorias absolutas.

Aun así, los aficionados deberían sentirse terriblemente apenados por su marcha. Más allá de su dominio en los tramos quedará para el recuerdo su capacidad de adaptación a todo tipo de superficies, una auténtica coreografía sobre el volante protagonizada por un piloto único, su magnífico copiloto de orígenes gallegos Daniel Elena y una máquina brillante, el Citroën, los tres bailando al mismo ritmo para avasallar al resto de competidores.

Los que hemos podido disfrutar del espectáculo brindado por Sebastien Loeb podemos sentirnos honrados. El día de mañana cuando le contemos a nuestros hijos las típicas 'batallitas' sobre rallys que tanto se utilizan en las cunetas durante las esperas podremos decir con una sonrisa en la boca que vimos al más grande, el único e irrepetible Sebastien Loeb.

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