Opinión

Los avatares del destino

Con el primer café de la mañana, es raro no escuchar en el ambiente las quejas de los sucesos y acontecimientos que estamos viviendo, como si se tratase de un cruel e inexorable destino que se nos impone. Lo cierto es que no podemos controlar los avatares que nos depara la vida. Ocurren sin que nos demos cuenta. A veces las personas, como los países, encuentran su destino en el camino que tomaron para evitarlo. El concepto avatar proviene del sánscrito, en donde significa las encarnaciones de los dioses cuando se presentan a los hombres, ya sea en forma de personas o animales. De ahí pasó a nuestra lengua para simbolizar lo que desciende a la vida como voluntad de las divinidades y, por consiguiente, a lo que tenemos que plegarnos y resignarnos. Es una fase, un cambio, una vicisitud. Precisa el Diccionario de la Lengua Española que en la religión hindú es la encarnación terrestre de alguna deidad, en especial Visnú, que en la iconografía se suele representar con cuatro brazos, como si sostuviera en cada uno los cuatro avatares a los que nos enfrentamos. 

La guerra que se suscita en el seno de Europa, la huelga del transporte, la calima que se ha provocado con el cambio de posición española respecto del Sáhara Occidental y la subida de los combustibles. El destino dependiendo de quién lo palpe, tiene también extremidades diferentes. El fatalista, por ejemplo, lo toma como icono, el desesperado trata de encontrar en él algún consuelo contra las adversidades, el perezoso entiende el destino como un regalo para disfrazar la inercia de su existir, y el escéptico, al igualar el significado de sus opciones existenciales, lo considera un simple trampantojo, tan de moda en la política actual. Sin embargo, no debemos olvidar, como dijeron Amado Nervo y Antonio Machado, que cada uno somos el arquitecto de nuestro propio destino, y que el camino lo construimos al andar. 

Para proyectar el destino es necesario contar con una pertinente visión. “Sin profecía el pueblo va desenfrenado”, se lee en el libro de los Proverbios. Nuestros dirigentes en cambio, muestran mucha escasez de miras y cuando no hay visión, el pueblo se extravía. ¿Alguien sabe qué proyecto de país queremos construir? Ni tan siquiera lo tenemos de ciudad. Acaso una retahíla de improvisaciones, vaguedades y contradicciones. Alicia, quien está extraviada en el País de las Maravillas, le pregunta al gato de Cheshire qué camino debe tomar. El sonriente gato le da una brillante lección muy gallega por cierto, contestándole: “Eso depende de adonde quieras llegar”. A lo que Alicia le replicó: “No sé muy bien adonde quiero ir”. El gato le dijo: “Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes”. Y en esas estamos. Lo mismo se genera un conflicto diplomático con Marruecos cuando el secretario general del Frente Polisario fue trasladado a España por razones humanitarias, como se le da la espalda a la que en su día fue una provincia española, siguiendo los dictados de Alemania y EEUU, además conforme hemos sabido, empleando exactamente los mismos términos en la dichosa carta del presidente como la propuesta “más seria, realista y creíble” para resolver el conflicto. Se proclama la neutralidad de España y al día siguiente suenan tambores de guerra enviando armas a Ucrania. 

Debemos ser muy bobos, nuestros dioses encarnados en políticos, los nuevos avatares, andan a la greña y su visión de futuro apenas dura más allá de 24 horas. Desde el propio gobierno se critican por la tarde las decisiones adoptadas por la mañana  Me dicen que lo mejor es refugiarse en la aldea, en las que ya no hay caminos porque ya no queda nadie que transite por ellos, lo triste es que su destino va hacia la extinción, como la del propio sistema como no lo remediemos.

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