Opinión

EL BAÚL MÁGICO DE FERNANDO PESSOA

Hojas sueltas, cartas, carpetas con libros sin acabar, escritos sin clasificar, cuadernos, semidiarios, conferencias, estrofas sueltas, inicio de una novela policiaca, bosquejos de ensayos, diarios, libros de contabilidad, poemas que remitían a una segunda versión, y a otra corregida en el reverso de la hoja, proyectos de libros que encabezan el inicio de otros libros, que a su vez se metamorfosean en otras versiones, siempre inconclusas, breves aforismos, frases epigramáticas, sentencias crípticas, y multitud de fragmentos de fragmentos, fue acumulando en un mágico baúl el gran poeta de la literatura portuguesa del siglo XX: Fernando Pessoa. Y lo fue acarreando por los varias moradas (más de veinte), que fue habitando en su Lisboa natal: la última, el número 16 de la Rua Coelho da Rocha, situada en Campo de Ourique.


A modo de un Sísifo anhelante y sin descanso, cargando su arca, su contenido refleja ese fatal desasosiego de querer ser siempre el otro, ensimismado buhonero de su propia escritura. Con razón el crítico de Yale, Harold Bloom, en su libro The Western Canon (El canon occidental) lo considera, junto a Pablo Neruda, el poeta más representativo del siglo XX. Surgen tales reflexiones a raíz de la exposición que la Fundación Gulbenkian, en Lisboa, titulada Pessoa Plural, como o Universo, presenta en colaboración con la Fundação Roberto Morinho y el Museo da Língua Portuguesa de São Paulo. En su baúl personal, que forma parte de la exposición en la Fundação Gulbenkian, Pessoa dejó unos veinte cinco mil textos sin publicar.


Hizo célebre uno de sus aforismos: 'O poeta é un fingidor' y, sobre todo, la creación de sus heterónimos: personalidades con voz e identidad propia, que si bien imaginarios, adquieren una personalidad, artística y coherente, radicalmente distinta a la del autor que los inventó. Son Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro. Bernardo Soares, el mismo Pessoa, doblado como ortónimo en su otro. Tres de ellos con fecha de nacimiento y muerte asignadas, con biografías y propuestas poéticas, y con obras publicadas en diversas editoriales. En una audaz aventura novelada, el Nobel de la literatura portuguesa, José Saramago, en Año de la muerte de Ricardo Reis, hace que Pessoa, ya muerto, se reencuentre con su heterónimo Reis, que sobrevive a su creador. El epigrama y la oda son las formas preferidas por Reis, al igual que temas y motivos recurrentes en la lírica renacentista. Médico, educado con los jesuitas, vive, de acuerdo con Pessoa, en el Brasil en donde se autoexilió debido a sus creencias monárquicas. Reis ('reyes' en portugués) destaca la gravedad sentenciosa y epigramática de sus versos, sus frases proverbiales: 'Quem quer pouco, tem todo', 'Cada um consigo é triste'. Abundan sus consejos: 'Sê todo en cada coisa'. Sin embargo, Caeiro es el maestro de todos, incluso de Pessoa: la máscara que se inventa de su otro.


Ya Ophélia Queiroz, la amiga de Pessoa, le había inventado otro heterónimo: Ferdinand Personne, cuyo apellido equivale a 'persona' (en portugués pessoa'), que usado adverbialmente significa 'nadie'. De su biografía indica tan solo señalar dos fechas: su nacimiento y su muerte. Ya que, y como en el relato de 'Borges y yo', 'entre una y otra todos los días son míos'. Cunden las anécdotas. Una tarde, José Régio había planeado encontrarse con Pessoa. Este llegó, como de costumbre, tarde a la cita, presentándose como Álvaro de Campos y disculpando a Pessoa por no haber podido acudir a la cita.


Pessoa es esencialmente un poeta dramático. Su unidad o posible coherencia, dados sus heterónimos, sus múltiples máscaras, se contradicen y disgregan debido en parte a esa obsesión casi mítica de aprehender la realidad circundante a través de diferentes posiciones textuales. La misma prioridad que concede al poderío de la voluntad sobre la acción, lo asocian co el Fausto de Goethe (Pessoa, como Valéry, dejó inconcluso un drama titulado Fausto que esboza en cinco actos), en su fase previa al encuentro con Mefistófeles. Él mismo y sus otros asientan toda una poética del fingimiento, poblada de múltiples voces. Pessoa es todas ellas y a la vez voz única ya en los márgenes de la posmodernidad. (Parada de Sil)

Te puede interesar