Opinión

Campanas de júbilo en Newport

La nobleza de las finanzas, de la política y de abolengo, el “quien es quien” (Who is Who) residente entre Boston y Nueva York, había sido invitado a la iglesia católica de St Mary’s, Newport, un 12 de Septiembre de 1953, para asistir a una boda excepcional: la joven Jacqueline Bouvier con el flamante novio John F. Kennedy. Era un día soleado. Una suave brisa, tenue, acariciaba las blancas capas de encopetadas damas. Aleteaban sus vistosos sombreros. Lo noticia llegó como un golpe de olas azuzadas por el padre del novio, el embajador en la corte británica, Joseph P. Kennedy. La novia, 24 años; el novio, un atractivo senador por el estado de Massachusetts en Washington, 36. El Cardenal Cushing, Arzobispo de Boston, celebró la ceremonia nupcial.

El pomposo acto religioso fue no menos político. Senadores y Representantes, ejecutivos y figuras de Hollywood realzaron el pomposo desfile. El padre de la novia, ‘Black Jack’ Bouvier, debía llevar a su hija del brazo por el centro del pasillo de la iglesia hasta el altar, pero sorprendía su tardanza. A las diez de la mañana lo encontraron borracho en su suite del Viking Hotel. Discretamente en una ambulancia fue devuelto a su residencia en Nueva York. Fue sustituido por el padrastro de Jackie, Hugh Auchincloss. La verdad se cubrió por otra oficial: una violenta gripe (stricken with flu) causó la ausencia del padre de Jackie.

Era fácil llegar a Newport desde Providence, la capital del estado de Rhode Island, a una hora de Boston. La muchedumbre se agolpa alrededor de las calles que, suavemente empinadas, terminan en el impresionante puerto, atascado con una gran variedad de barcos y veleros. Nuestra salida preferida los fines de semana. Una ruta siempre repetida: Ocean Drive. Serpenteando la orilla del mar, allá en la lejanía, sobre el horizonte azul, un velero en ruta hacia las Bermudas y, sobre el verde césped, en una planicie, cientos de cometas girando, revueltos, en variedad de colores y figuras. Sin faltar el circular monumento en donde sobre el blanco granito se han esculpidos rutas de barcos mercantes, batallas y nombres de navíos que cruzaron las aguas rumbo a La Habana o hacia el sur del país.

Sobre una planicie, bordeando majestuosos acantilados, y con vistas espectaculares sobre el océano, enormes mansiones construidas en las primeras décadas del siglo pasado. Las familias más adineradas de la zona competieron en levantar espectaculares casa de verano (Summer Cotagge), algunas con impresionantes fachadas: columnas de mármol, lujosas escaleras, gran comedor, hall de baile, pintorescas chimeneas. La más visitada, The Brakers, que durante décadas perteneció a la familia Vanderbilt. Amasó una gran fortuna abriendo líneas de ferrocarril del Este al Oeste del país. Imitaban con esmerada pulcritud el palazzo renacentista italiano o los suntuosos châteaux franceses a las orillas del río Loire.

La ladera de la bahía conserva con celo las casas construidas en la época colonial, a mediados del siglo XVI. Destaca la Sinagoga Touro, la más antigua del país, que acogió a una colonia de judíos que llegaron desde España y Portugal, en busca de libertad de culto y religión. Destacaron Jacob Rodrigues Rivera y Aaron López. Establecieron una floreciente industria basada en los productos derivados de la ballena. Y no menos activo fue el comercio de esclavos movido por la importante flota de que disponían las familias más adineradas. Más del sesenta por ciento de las expediciones marítimas partían del pequeño estado de Rhode Island, la mayoría de Newport, pese a la ley que en 1787 prohibió tal comercio.

El tráfico de esclavos y las sumas adquiridas por los grandes navieros en su distribución y venta, con flotas cercanas a los cien barcos, las industrias en torno a la caza de las ballenas, y sus valiosos derivados y, finalmente el gran comercio establecido con el Lejano Oriente, en concreto en Cantón, originaron las grandes fortunas al norte y sur de Boston, entre Newport y Salem, con una larga historia colonial y mercantil. Nathaniel Hawthorne en The Scarlet Letter configuró magistralmente el ambiente puritano de Salem, con un marcado aire de opresión moral. Un texto clásico digno de una pausada lectura.

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