Opinión

UNA CAPILLA EN RUINAS: OS REMEDIOS

Durante mi estancia en Nueva York, iniciando mi carrera académica en la Universidad de Columbia, recién doctorado en lenguas románicas por la de Yale, los fines de semana tenía varios puntos de referencia y de frecuentes visitas: los Claustros, el Metroplolitan Museum, situado en la Quinta Avenida, y la Sociedad Hispánica de America (The Hispanic Society of America), fundada por el gran filántropo Archer M. Huntington. La visita más frecuentada fueron los Claustros.


La vista que se ve desde su alto (The Cloisters) es impresionante: al fondo el ancho río Hudson, al otro lado, las verdes laderas y colinas del estado de New Jersey, no lejos el puente que une el estado de Nueva York con el de New Jersey (Washington Bridge) y en el horizonte, la silueta, sobre un fondo azul, de los rascacielos de la ciudad neoyorkina. Se aconseja a los llegados a la ciudad que no dejen de visitar este impresionante conjunto arquitectónico medieval. Fueron considerados por Germain Bazin, exdirector de Musée du Louvre, en París, el máximo exponente de los museos en América. De hecho, los Claustros son una extensión del Metropolitan Museum, que cobijan el arte y la arquitectura medieval europea. Tapices, vidrieras, columnas en forma de capiteles, jardines plantados siguiendo la información recogida en libros de horticultura medievales, poesía, manuscritos, hiervas e innumerable información sacada de los tratados de esta época, forman un conjunto cultural único


Su arquitectura se concentra en el período románico y en el gótico. Y está representada en cinco claustros provenientes de cinco monasterios traidos desde Francia y España, piedra a piedra. Destaca el claustro de Cuxa y el ábside de San Martín de Fuentidueña (Segovia), considerado como una gran joya arquitectónica. Y lo es el patio del Castillo de Vélez Blanco, obra maestra del primer Renacimiento español. De planta alargada y algo irregular, destaca la rica decoración escultórica que presentan las enjutas de los arcos rebajados, las cornisas, los pilares de la balaustrada, los capiteles y, sobre todo, los marcos de ventanas y puertas. Abundan los grutescos, figuras fantásticas que combinan elementos animales y vegetales, propios del arte de la Italia del Quattrocento. El ala sur de este patio presenta doble galería de cinco arcos rebajados de transición con escudos de los Fajardo y los Cuevas en las enjutas, los previos dueños del castillo. El patio renacentista fue vendido al francés J. Goldberg, y en 1945, tras la muerte de su último propietario, cedido al Metropolitan Museum.


La fundación Rockefeller, patrocinada por uno de sus miembros, John D. Rockefeller, dispuso de unos fondos para mantener el servicio de los Claustros y obtener futuras adquisiciones. Entre sus primicias destacan una serie de tapices describiendo la caza del Unicornio, valiosos objetos religiosos, el libro ilustrado de horas, Les Belles Heures de Jean, Duc de Barry, de principios del siglo XV, una maravillosa cruz de marfil tallada, trípticos, estatuas, etcétera. Las continuas donaciones de coleccionistas privados siguen enriqueciendo los fondos de este monumental museo, situado en la cumbre de una colina conocida como el Fuerte Tyron Park. Al visitante español que llegue al Metropolitan Museum también le sorprende, como algo insólito, la formidable reja procedente de la catedral de Valladolid, de mediados del siglo XVIII, situada a la parte central del museo.


Entre las grandes riquezas de un país están sus bienes culturales: monumentos, manuscritos, incunables, pinturas y todos aquellos objetos que tengan un gran valor histórico. Son testamentos inmutables ante el paso del tiempo, que definen la idiosincrasia de un pueblo, su unicidad y su diferencia. De ahí que los países ricos traten de acaparar, y hasta expoliar, los bienes culturales ajenos. Aportan así cultura, historia e instrucción a sus ciudadanos. Y lo hacen a expensas de la laxitud, indiferencia, desidia, o falta de aprecio de quienes no valoran la importancia ?incluso económica? de sus bienes culturales. Una gran parte de estos bienes son los monumentos religiosos, abandonados, en continuo deterioro, o en furtiva venta, no autorizada.


Hace unos días, caminando hacia la Ponte Vella, saltó a la vista el estado deplorable de la capilla de Os Remedios. No se trata tanto del valor económico o sentimental que representa el humilde monumento. Es también su valor histórico y cultural, a parte de ser un espacio sagrado. Seamos claros: Tal dejadez no tendría lugar en países más cultos y ricos como Francia, Italia o Estados Unidos. La observación se extiende a cenobios en ruinas, iglesias, casas rectorales, fincas que el obispado, indiferente, asume pertenecerles. La casa parroquial de Parada de Sil amenaza ruina. Data de mediados del siglo XVII. Parte de su entrada fue vilmente anexionada como farmacia. Se han expoliaron claustros, rejas, patios renacentistas, infinidad de objetos religiosos a quienes, carentes o ignorantes de la riqueza cultural , desestiman el valor creativo de la imaginación, reflejada en la expresión y en el sentimiento religioso de los pueblos. Y del mismo modo, se expolia lo propio: una capilla abandonada a la intemperie. ¡Da pena tal indiferencia. Es una prueba de lo poco que se valora una de las riquezas más estimables de un país: su Cultura!


(Parada de Sil.)

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