Opinión

LA CULTURA DE FRONTERAS

Es representativo y emblemático el espacio de frontera. Lo define su hibridismo: la entrada y salida de gentes y mercancías, el choque continuo de lenguas, culturas y religiones, el diálogo interracial y las divergencias encontradas o en armonía entre territorios y naciones. Existe toda una cultura de fronteras: literatura, artes gráficas, música, socio-dialectos, comercio furtivo, relaciones dialogadas o tensas. Espacios de integración y de desunión, de bienvenida y de expulsión, de sueños quebrados y de ilusiones logradas. De riesgo y de oportunidad económica. La frontera es un espacio en continuo cambio, fluido. Es un fulgurante cronotopos en términos del formalista ruso Mijail Bajtin, una metáfora espacial, marcada por el fluir de los tiempos y el devenir de la historia. Espacio límite no habitado y a veces sumamente poblado a ambos lados de los territorios marcados por una controlada soberanía. Sobre la frontera se ejerce la influencia y el poder. Está regida por la norma, la ley, el precepto acordado y la diferencia, por espacios simultáneos pero en oposición. Un hacia adentro (el estado y sus derechos territoriales) y un hacia fuera: los compromisos geopolíticos y las alianzas con otros estados.


El espacio de frontera adquiere, pues, múltiples connotaciones. No es el Este o el Oeste, en palabras de Henry David Thoreau, ni el Norte o el Sur, sino 'allí donde el hombre se enfrenta a un hecho'. Es una perfecta metonimia literaria. Contiene la mezcla de pueblos, culturas e idiomas, que otorgan identidad y razón de ser al proceso literario. Porque el arte, y no menos la literatura, es siempre límite; un traspasar el otro lado de la realidad humana en el límite de la página en blanco y de la palabra que va deletreando e historiando el mapa de la invención, a modo del reloj de arena borgiano: acumulación de signos que son realidades materiales que el lector cuestiona, pone en duda o admite.


Porque la gran literatura, como el arte, cuestiona sus propios límites. Ha de romper las casillas que le imponen los géneros, las formas y no menos la recepción de las creaciones previas. Es decir, funde y separa, fusiona y transgrede. Un ejemplo: el relato Los detectives salvajes del chileno Roberto Bolaño, toda una polifonía de espacios literarios contiguos, fronterizos. La mezcla de géneros une y fusiona lo poético con lo meramente novelesco. Tal hibridación ha marcado los grandes hitos literarios. De hecho el Quijote se mueve entre el discurso pastoril, el picaresco y morisco y el sentimental y caballeresco.


En ese espacio de frontera se cuestiona la cultura que se impone como homogénea y esencial: la gallega frente a la castellana; el escritor que escribe en la lengua de Cervantes y que es desalojado de su propia casa; el espacio en que asienta sus relatos, su ideología y su percepción de la realidad. Lo que nos remite al complejo problema de la identidad, dispersa, híbrida, situada en ese tercer espacio, que niega la unidad. Desafía el valor hegemónico del centro, presente a su voz en las formas del lenguaje, en los nuevos giros que enriquecen las importaciones que llegan desde el otro lado de la frontera.


La define la diferencia y la otredad. No es un lugar geográfico, sino más bien, de acuerdo con Hommi Bhabha, una presión cultural que actúa como una membrana. A través de ellas se filtran influencias tanto de la cultura dominante como de la subordinada. Superficie de protección, de recepción y de proyección. Una imagen clave espacial es la baranda, un espacio arquitectónico entre el adentro y el afuera, el hogar y el mundo, lo nuestro y lo otro. Espacio de intersección donde fluyen y se mezclan puntos de vistas diferentes, a medio camino entre el centro y el margen. De ahí que los burdeles sean verdaderos cronotopos (fusión de tiempo y espacio) fronterizos. Funcionan a modo de bisagras entre lo permitido y lo moralmente reglamentado, entre el sexo libertino y el trasgresor, situados en espacios marginales.


El gran relato de A esmorga, de Eduardo Blanco Amor, es un caminar entre el centro y la periferia, en ese espacio fronterizo deshumanizado de la trasgresión y del delirio criminal.


(Parada de Sil)

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