Opinión

LOS DIAS DE LA IRA O LA FIESTA DEL CHIVO DE VARGAS LLOSA

La historia de la humanidad está llena de parricidas, sátrapas, desquiciados dictadores, verdugos insaciables, visionarios sicópatas, populistas que, aferrados a una ideología, destruyen vidas y ciudades; inmolan asentadas culturas, y disfrazan de patrañas el bien común con su propia egolatría y soberbia. En mente, el alocado Nerón regodeándose ante la vista de Roma incendiada; que da muerte a su propia madre Agripina; envenena a su hermano, ejecuta a Marco Aneo Lucano, sobrino de Séneca, quien opta por el suicidio. El sadismo es un mal común de la humanidad. Aflora sin discriminación, tanto en sociedades cultas como en las más primitivas y aisladas. Le dio nombre el fulgurante marqués de Sade, sediento de aunar erotismo con dolor y lo estudió con atinada finura George Bataille. El sadismo se ubica en espacios humanos y divinos; desde la muerte en la cruz, a la mujer lapidada, al mártir o al bonzo que se inmola en la pira de su propia construcción.


La literatura hispanoamericana ha sido ejemplar descifrando tal crueldad en una serie de novelas que trazan las detestables figuras de sus más eminentes dictadores: desde El Supremo del paraguayo Augusto Roa Bastos, al Señor Presidente del guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Tales novelas ?Alejo Carpentier, El recurso del método, García Márquez, El otoño del Patriarca, et alii? tuvieron su gran inicio y empuje como género literario en Tirano Banderas (1926) de Valle-Inclán. Fue la piedra maestra que auguró un extenso imaginario en donde invención y escritura, historia y fábula trágica, dieron voz a una nueva realidad que testifica ?y hasta complementa? lo narrado como posiblemente acaecido. Las figuras históricas que se trasvasan del relato novelado son fáciles de identificar: el doctor Francia en Roa Bastos, Pedro Páramo en el de Juan Rulfo, Rafael Leonidas Trujillo en La fiesta del Chivo de Vargas Llosa, tal vez su mejor novela. Su marco narrativo se dobla y desdobla saltando de la realidad histórica (biografía de Trujillo, datos familiares, anatomía física, fobias, venganzas, correrías sexuales) a la imaginada.


Urania vuelve a su casa después de una larga ausencia para enfrentarse con su anciano padre, que apenas la reconoce. Le reprocha, y jamás le perdona, el haberla entregado, con apenas catorce años, al orondo Trujillo, ya cumplidos los setenta. Su padre, el senador Agustín Cabral, presidente del Senado, fiel y leal a Trujillo, conocido como 'el cerebrito del régimen', convertido ahora en vegetal humano, cayó inesperadamente en desgracia. Sus cuentas fueron congeladas, negado todo acceso político, marginado. En un afán por recobrar el beneplácito del dictador y su posición, halaga sus deseos sexuales, entregándole a su hija Urania, huérfana de madre, aún virgen, inocente.


Urania le cuenta a su anciana tía Adelaida, hermana del padre, y a sus primas Lucinda y Manolita, la horrible experiencia sexual a que fue sometida bajo el cuerpo embrutecido de Trujillo, impotente, prostático. Apenas un día y una noche duró la estancia de Urania en Ciudad Trujillo con vuelta a Nueva York, abogada en derecho por Harvard y eficiente miembro de un prestigioso bufete. La traumática experiencia de su desfloración la incapacitó de por vida al no poder establecer ningún tipo de relación como mujer deseada. Como en las grandes tragedias griegas, la víctima es el personaje más inocente y frágil. Y se escenifica con la fragante trasgresión del tabú social.


Los hijos de Trujillo, cuyos nombres (Radhames y Ramfis) están tomados de la opera Aida, de Giuseppe Verdi y libreto de Auguste Mariette, son caricaturas del dictador. El primero es un 'brutito'; Ramfis, el hijo mimado, fue nombrado coronel a los siete años, general a los diez, y después de fracasar como cadete en la Academia militar de Fort Leavenworth, en Estados Unidos, regresa a su país como Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. La Dama del dictador acumuló millones de dólares en los bancos suizos, pero murió en la pobreza, en Panamá, siendo llevada a enterrar en un taxi


La historia de Urania, narradora, personaje y víctima, se entreteje con la radiografía del dictador, en planos acompasados y alternos. Y se dobla como narradora omnisciente alternando su relato con los hechos expuestos, en tercera persona, en el período de los treinta años que duró la dictadura de Trujillo. La figura simbólica del 'Chivo' (Trujillo), que da título a la novela de Vargas Llosa, asocia múltiples connotaciones, simbólicas y míticas: desde el pagano Dionisio al diabólico animal, instintivo, sexual, insaciable en su descarnado apareamiento con su rebaño de hembras. A veces la historia supera las fabulaciones míticas y la imaginación.


(*) Parada de Sil

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