Opinión

EL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD

Está en auge en algunos estados sureños de Estados Unidos (Virginia, Carolina del Norte, Kentucky, etc.) la Teología de la prosperidad, también conocida como el Evangelio de la prosperidad. Contrasta con la doctrina del recién consagrado papa Francisco, en cuya primera homilía como Pastor de la Iglesia católica y como sucesor de san Pedro, abogó por la ternura y la compasión hacia el necesitado. Y proclamaba el don de la pobreza: 'Acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños'; eso que Mateo (25:31-46) describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado. San Francisco es su figura ejemplar; en él fundó su nombre como Pontífice.


La devoción a san Francisco es de las más destacadas en la cristiandad de Occidente. Se convierte en ejemplo de pobreza y humildad. Cunden las anécdotas sobre su vida y sus obras de caridad; diálogo con el mundo de la naturaleza, aves, animales, y con la creación, reflejo del gran poder del Creador. Nació en Asís, en Umbría, en 1182, y murió a los cuarenta y cinco años de edad. La iconografía sacra lo representa en variadas formas. Sobresale su hábito adusto y su ascética figura. Así en el San Francisco de Zurbarán y en dos óleos de Caravaggio; uno conservado en la pinacoteca de Cremona; el otro en la Galleria Nazionale d'Arte Antica, en Roma. También destacan las escenas de la estigmatización presentes en los frescos de Domenico Ghirlandaio y en los de Giotto di Bondone. El motivo ya aparece en las tablas La estigmatización de san Francisco de Domenico Veneziano y de Sassetta, y en el óleo San Francisco recibe los estigmas de Cigoli. A finales del siglo XVI fray Gabriel de Mata le dedicó un extenso poema en octavas, Primera, segunda y tercera parte del caballero asisio, en el nacimiento, vida y muerte del seráfico padre san Francisco (Bilbao, 1587).


En el villancico 'A las llagas del señor san Francisco', Alonso de Ledesma realzó la semejanza con Cristo en base a las llagas, o stigmata, del santo. Y lo mismo Cervantes en el soneto 'Muestra su ingenio el que es pintor curioso', incluido en el Jardín espiritual de fray Pedro de Padilla: 'Vos, seráfico padre, y vos hermoso / retrato de Jesús, sois la pintura / al desnudo pintada, en tal hechura / que Dios nos muestra ser pintor famoso'. Ya el famoso predicador y teólogo jesuita Pedro de Rivadeneyra recogió en Flos sanctorum los hechos de Francisco de Asís. En vívida imagen iconográfica Lope de Vega revela, en el soneto 'Al seráfico Padre San Francisco', incluido en las Rimas sacras (1614), la figura de quien en él vive: 'No soy yo Cristo, soy estampa suya, / ni vivo como yo: vive en mí Cristo'.


Por el contrario, los predicadores evangélicos, que forman parte de las iglesias pentecostales norteamericanas, arguyen, ante grandes audiencias televisivas, que Dios quiere que los cristianos tengan éxito en todos sus caminos, especialmente en las finanzas. Se fundamentan en textos bíblicos del Antiguo (Deuteronomio 8:18, Eclesiastés, 5:18-19) y Nuevo Testamento: 'Por sus frutos los conoceréis (Mateo, 7:20). Se manipula la palabra y se realza la sed del dinero. El pasaje de Deuteronomio se refiere exclusivamente al pacto entre Dios e Israel. Afirman que el éxito en los negocios es una clara evidencia del favor de Dios. Tal doctrina se sintetiza en el breve mandato 'Confiésalo y recíbelo'. Por el contrario, Lucas (12:15) avisa que 'la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee'. Y en 2 Corintios (6:10): '. . . como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo'.


Estos líderes religiosos, populistas y hábiles demagogos, embaucan hábilmente a sus audiencias vistiendo flamantes trajes, gruesas cadenas de oro, vistosos anillos y automóviles de alta gama. Adquieren adeptos en México, Chile y América Central. El carismático Cash Luna en Guatemala, y Jonás González en Costa Rica, basan sus arengas dominicales en el valor de la prosperidad, la riqueza y el dinero. Obtenidos legítimamente, insisten, son una bendición extra de Dios.


Por el contrario, papa Francisco proclamó desde Roma, al unísono con su santo homónimo, la oscura senda de la pobreza y de la humildad, tomando como ejemplo al santo de Asís.


(Parada de Sil)

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