Opinión

EL GENERAL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

Semejante es el inicio de la famosa novela de García Márquez, el Nobel colombiano que dio la vuelta al mundo con su gran relato de Cien años de soledad. Su protagonista, un viejo coronel ya jubilado, espera la pensión que nunca le llega. Su trama es sencilla, sin la rara mezcolanza de situaciones asumidas como reales frente a mágicas fantasías presentes en otros relatos. El coronel vive en continuo desasosiego a la espera de su paga. Años después, Arturo Rupstein llevó al cine el relato con el mismo título: El coronel no tiene quien le escriba. No es el caso del general norteamericano David Petraeus. Su paga le llega puntual, pero sus infidelidades amorosas le tendrán tal vez sumido en un continuo desvelo, víctima de la ética puritana que asocia valores morales y éticos con posición política. Puritanismo puro y duro. Nada semejante en los países latinos en donde los escándalos sexuales se relegan a la vida privada, sin detrimento de las actividades oficiales de ministros o presidentes del gobierno. En mente el ex presidente de Paraguay, Fernando Lugo Méndez. Ordenado sacerdote en 1994, más tarde ungido obispo, reconoció tener hijos con mujeres diferentes. La última, siendo presidente del Paraguay, con Jesica Cirio, una escultórica modelo, rubia, con quien se dice que pagó un alto precio por obtener sus favores. Especializado en Sociología por la Universidad Gregoriana, terminó siendo destituido como presidente por la Corte Suprema de su país.


Es larga la lista de generales adúlteros en Estados Unidos: desde George Custer (Guerra Civil) y George Patton (Segunda Guerra Mundial) a Dwight Eisenhower. Se sospechó que éste mantuvo relaciones sexuales con su chófer Kay Summersby cuando servía a su país como comandante supremo de las fuerzas aliadas. Al senador Edward Kennedy le constó tal vez la presidencia un luctuoso accidente. En compañía de una atractiva joven (Mary Jo Kopechne), ya entrada la noche, al pasar por un estrecho puente sobre un brazo de mar, no estimó bien la holgura cayendo al agua. El pudo salir nadando; la joven pereció en el intento. No menos comentadas fueron las aventuras de su hermano John Kennedy. La más nombrada: la mantenida con Marilyn Monroe. El día de su cumpleaños ésta le cantó, ensimismada, con dulzona voz, Happy Birthday, Mister President. Lyndon B. Johnson, ducho en infidelidades, sucedió a Kennedy en la presidencia al morir asesinado en Dallas. Su mujer, Lady Bird Johnson, aceptó sin aspavientos el que tuviera un hijo con una de sus amantes. Tiesa y dura Eleanor Roosevelt. Le exigió el divorcio a su Franklin al descubrir la correspondencia con su secretaria. Este le prometió cortar por lo sano. Sin embargo, Lucy Page Mercer continuó visitándolo en la Casa Blanca cuando Eleanor, una dama de armas tomar, estaba ausente.


El severo Eliot Spitzer forjó su carrera como hábil magistrado obteniendo grandes éxitos al destapar fraude y corrupción en el barrio financiero de Wall Street. Tal su fama, fue elegido gobernador de dicho estado. La gran marea del triunfo se desinfló al descubrirse sus escapadas con finas prostitutas neoyorkinas que le ofrecía una compañía de servicios. El mismo había hecho una ferviente campaña abogando por abolir la prostitución. Asombra la hipocresía. Newt Gingrich, el ex líder de la Cámara de Representantes en Washington fue el Atila de Bill Clinton. Pidió su destitución por la escandalosa relación sexual con Mónica Lewinsky en la Casa Blanca. Él mismo llevaba una doble vida amorosa. Convertido al Catolicismo, admitió haber engañado a sus anteriores esposas. La sociedad anglosajona asume que quien es desleal en su vida privada también lo será en un cargo público. A veces la esposa, humillada y herida, perdona; con frecuencia, la ruptura es la mejor manera de recuperar la dignidad de la ofendida.


En la hoja de servicios del general David Petraeus no constan sus affairs. Estarán relegados a una nota a pie de página o destacarán como puntos negros difíciles de borrar. Superarán las cicatrices de sus heridas, sus actos heroicos, las batallas ganadas. Le marcarán por vida. Excelente material para un folletín bélico-amoroso, operístico, con versiones reales e imaginarias. Porque el héroe caído en desgracia incita al vuelo de la imaginación, pero la historia real siempre será su peor testigo.


(Parada de Sil.)

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