Opinión

EL GENERAL QUE PERDIÓ SUS ESTRELLAS

Con frecuencia la realidad supera con delirio los relatos de ficción. Las truculencias de la persona humana, vicios y virtudes, ya están narradas desde la Aurora de la humanidad. Relatos que están siendo siempre reescritos. La reescritura de la escritura, afirma Jorge Luis Borges. La historia mítica de Penélope, acosada por múltiples pretendientes, ausente su marido, fiel, esperando la llegada de su Odiseo, corre por la literatura de Occidente. Y se dobla como realidad y como mito. Descarnada, y no menos espectacular, es la historia bíblica de Anmón que violó a su media hermana Tamar, o la de su padre, el rey David, que desde su torre observa a Betsabé, desnuda, bañándose. La desea ardientemente. Los Salmos son el mejor grito de súplica por el perdón. Los gritos de la carne no son fáciles de acallar. Y más cuando la insinuante Eva muestra sus delicias verbales, su fulgurante cuerpo, su inteligencia. La Ópera es la mejor cartografía de los múltiples circuitos, oscuros, tensos, diabólicos, de los oscuros sentimientos humanos.


En sociedades conservadoras, puritanas como la anglosajona, los deslices extramaritales de sus líderes acarrean, al hacerse públicos, reveses irreparables. En mente el caso reciente del general norteamericano David Petraeus, gran estratega militar, con una impresionante hoja de servicios. Sacó a su país de la nefasta guerra con Irak; fue nombrado director de la CIA (Central Intelligence Agency), y se vio obligado a renunciar, envuelto entre las celosas faldas de sus amantes. El adulterio político es un gran espectáculo y un buen negocio en yanquilandia. Suministra entrevistas, portadas, crónicas televisivas, contratos editoriales, filmes, chismografía sexual. Holly, la fiel esposa, mantenía , ausente el general, la llama de un amor no correspondido; Paula Broadwell era la ensimismada mariposa revoloteando alrededor de su Petraeus. Graduada de Harvard, periodista, militar en reserva, casada, con dos hijos, se habían conocido en la academia militar de West Point. Una tercera, Jill Kelly, se sentía acosada por los envenenados e-mails que la celosa Paula, sospechosa de que su David reciba las caricias de Jill, le envía desde la cuenta electrónica del general: un curioso y salaz mini harén. Un fornido agente de FBI, amigo de Jill, delata que Paula esté usando la cuenta electrónica del director de la CIA. Temiendo que esté en riesgo la seguridad nacional pasa la información a sus superiores.


La tragedia se desencadena. Petraeus presenta su dimisión al Presidente Obama. Humillado, pide perdón y se retira, ya solo, a su mundo familiar. Le espera un doloroso purgatorio de reproches y distanciamientos. Ya Aristóteles en su Poética diferenciaba la tragedia de la comedia, teniendo en mente los grandes dramas de Sófocles, Eurípides y Esquilo. Si bien los personajes de la comedia eran de origen humilde, criados la mayoría, los de la tragedia debían ser nobles, monarcas o reyes. Sus fallas ocasionaban la caída trágica: la muerte o el destierro. Celos, adulterio, ambición, incesto, violación, eran parte del argumento. El personaje central de esta tragedia (Petraeus), en la cumbre de su poder se convierte en héroe trágico, destronado. Llorará sus culpas (catarsis), ya consciente de la fatídica ceguera (hubris) que lo envolvía.


La clase política norteamericana cuenta con casos ejemplares en donde puritanismo y espectáculo se dan la mano. Fue sonado el affair de Bill Clinton y sus amores con Jennifer Flowers; entretenido y sublimado el mantenido con su becaria Mónica Lewinsky en la Casa Blanca. El más trágico: el del senador John Edwards, ex candidato a la vicepresidencia en 2004 con John Kerry. Su esposa murió de cáncer, enfermedad que ya padecía cuando el senador le era infiel. Usó fondos de su campaña para ocultar su relación extramarital. Finalmente, admitió el adulterio, y reconoció su paternidad con su amante Rielle Hunter (hunter: 'cazadora')


El más reciente, el actor convertido en político, Arnold Schwarzenegger, casado con una flamante Kennedy (María). Patricia, su empleada doméstica, es la madre del hijo tenido con el ex Gobernador de California. Sus facciones delatan al progenitor. Los aullidos ardientes de la carne son tan poderosos como los cuatro estrellas de un distinguido general.


(Parada de Sil)

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