Opinión

LA HISTORIA DE LAS HISTORIAS

Andamos flojos de cultura bíblica. Es una de las grandes lagunas de los sistemas educativos actuales, marginada al gran cesto de asignaturas optativas. Está de moda entre los ejecutivos jóvenes pudientes elegir piano, equitación, manualidades. El mimetismo es asombroso.Y mueve y conmueve la importación de los nuevas manifestaciones culturales: el gran ritual del Carnaval paralelo con el foráneo Halloween, o el día de Acción de Gracias, pavo incluido, con la noche navideña; o la adoración de los Magos con el Papa Noel o Santa Claus. Sin distinguir ni diferenciar el lejano mito celta nórdico con el bíblico y religioso, recreado en magníficos belenes y con una espléndida trayectoria de cuadros, pinturas, iconografías y relieves arquitectónicos. Por ejemplo, las vidrieras de una catedral muestran relevantes pasajes sacros que, ante la ausencia de una mínima cultura bíblica, imposibilita la más superficial lectura.


Las referencias bíblicas están insitas en nuestra cultura de Occidente. Se palpan, se respiran desde todos los espacios. Fantasía, imaginación y descripción patética ante un cuadro bíblico se daban de la mano en los pasados siglos. Los espacios entre la realidad y la ficción, entre la acción y la visión, eran intercambiables. Ejercicios espirituales, devoción a las reliquias, actos de pública penitencia, ofrendas, peregrinaciones, sermonarios, procesiones, festividades religiosas, beatificaciones, canonizaciones, eran antaño parte de una acrisolada sociología de la vivencia religiosa; expresión de una fe que se vivía como realidad cotidiana, confesional. Detrás, una afincada convención literaria: del amante profano a lo divino, de la huella agustiniana que marcaba la nueva singladura espiritual. Los Ejercicios espirituales de san Ignacio, a modo de ruta de la introspección gráfica, visual, tras los pasos del Mesías, eran un excelente manual que combinaba imaginación gráfica, cuadro bíblico y resolución ascética


La iconografía de lo sagrado, asociada con casos de marcado erotismo, también disfrutó de una señalada tradición en la cultura de Occidente. Términos sensuales se contrahacían para expresar el amor de Dios hacia el pecador o el amor de Cristo hacia la humanidad. Y del mismo modo que el hijo de Dios se humaniza para santificar al hombre, el amante divinizaba la fraseología profana del amor al considerar sus culpas, muy al unísono con la retórica de la meditación penitencial. El mundo de lo cotidiano se transfería con facilidad al sagrado y pictórico. En su 'Anunciación', Fernando de Pantoja presenta un retrato de la reina Margarita y de la infanta Ana, a modo de la Virgen y del arcángel, anunciando el nacimiento del Niño-Dios. Es reconocido su cuadro 'La adoración de los pastores' (Museo del Prado) al destacar la figura de un pastor, enmascarado bajo un reconocido personaje dirigiendo su música al Niño.


Ya el teatro navideño, al igual que la Leyenda áurea de Santiago de la Vorágine, amplían y enriquecen la tradición bíblica navideña. Ésta combina el humanismo renacentista y la carismática devoción medieval. Están íntimamente fusionadas en el Auto de los Reyes Magos, en la Representación del Nacimiento de Nuestro Señor de Gómez Manrique y en la Vita Christi por Coplas de fray Íñigo de Mendoza. Brian Dutton da fe de una divulgada composición cancioneril realzando el motivo navideño. Alonso de Ledesma incluyó en sus Conceptos espirituales y morales una serie de poemas al nacimiento de Cristo, siendo el villancico la forma lírica más representada.


No solo la cultura bíblica era antaño parte esencial de la vida cotidiana, realzada por la predicación; lo sigue siendo. Sin ella no se entiende el significado simbólico del personaje Ahab, presente en la gran novela de Moby Dick, del norteamericano Herman Melville; y menos, el titulo inicial de Absalón, Absalón de William Faulkner, o la figura endemoniada de Doña Perfecta de Galdós, o Lázaro (Lazarillo de Tormes) que, de acuerdo con Alan Deyermond, se mueve entre su renacer (como el del evangelio) a una vida nueva, si bien llagado por las dudas de su estado social: pregonero de los vinos del Arcipreste de la iglesia de San Salvador, en Toledo, compartiendo lecho con su mujer. (Parada de Sil)

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