Opinión

PARA QUE YO ME LLAME BARACK OBAMA

Es cierto. Mucho tuvo que pasar para que un ciudadano de color, hijo de madre blanca y de padre africano, natural de Kenia, llegase a la presidencia de Estados Unidos. 'Fue necesario un ancho espacio / y un largo tiempo', parafraseando el poema del asturiano Ángel González, 'Para que yo me llame Ángel González'. Fueron necesarias muchas generaciones de desarraigo, esclavitud y muerte para que alguien se llamase Barack Obama. Cuerpos recién nacidos, silenciados, 'aferrándose / al último suspiro de los muertos' para que alguien llegase a ser Obama. Se convierte en 'el éxito de todos los fracasos', movido por la 'enloquecida / fuerza del desaliento'. Hay que ser mucho Obama para que desde la humildad, la pobreza y la identidad escalase los majestuosos peldaños de la prestigiosa Columbia University y se licenciase con brillantes calificaciones. Que fuese el primero de su promoción en la Facultad de Derecho de Harvard University y distinguido presidente de su prestigiosa revista (Harvard Law Review).


Sobre sus espadas, segregación, racismo, linchamientos, asesinatos, adoctrinados fanáticos de la extrema derecha (Ku Klux Klan, neo nazis), marchas multitudinarias, leyes sobre los derechos civiles ignoradas, derecho al voto negado, prohibido el acceso a la universidad, a la libre asamblea, a la manifestación pacífica, a un asiento digno en un autobús público, al uso del lavabo común. La opción era clara: experto en derecho constitucional, Obama optó por un trabajo como agente social, bajo sueldo, pateando los suburbios marginales de la ciudad de Chicago. Un puente entre el Poder y los desposeídos en busca de oportunidades para su gente, 'contra el viento, / que avanza por caminos que no llevan / a ningún sitio'. Una muchedumbre forzada a un dramático éxodo desde las costas de la África atlántica a las profundidades de las ardientes llanuras de algodón y caña de azúcar (Alabama, Misisipi, Georgia, Virginia), comprados y vendidos al mejor postor y al más bajo precio. Esclavos. Huida hacia las grandes ciudades del Norte (Chicago, Detroit, Nueva York), hacinados en guetos de lastrada memoria.


La primera chispa saltó en Topeka, Kansas, en 1953. La segregación en las escuelas públicas se declaró inconstitucional. Grave fue el caso de Emmett Till, un muchacho de catorce años. Visitando a su familia en Misisipi, se le ocurrió dirigir un silbido a una mujer blanca que pasaba a su lado. Fue golpeado brutalmente, asesinado y arrojado a un río cercano. Los criminales, absueltos por un jurado de blancos se mofaron del crimen en una entrevista que vio la luz en la revista Look. Y valiente fue el gesto de Rosa Parks: rehusó sentarse en los asientos destinados para los pasajeros de color ('colored section') del autobús local. Después de un largo boicot se eliminaron los espacios segregados. No menos eco tuvieron los nueve jóvenes de Little Rock, en Arkansas, conocidos como los 'Little Rock Nine'. El gobernador del estado, Orval Fabus, les negó el acceso a la escuela pública. Tropas federales mandadas por el presidente Eisenhower intervinieron rompiendo el impasse.


Los retos más fuertes se llevaron a cabo en el Sur Profundo (Deep South) de los Estados Unidos. Múltiples asentadas de jóvenes valientes lograron que lentamente parques públicos, piscinas, teatros, bibliotecas, abriesen sus espacios a la integración sin diferencias de raza, color o clase social. Era un deber moral desobedecer las leyes injustas, escribió Martín Luther King desde su cárcel de Birmingham, Alabama. Estamos en 1963. En la misma ciudad cuatro muchachas de color asisten a la catequesis del domingo cuando una potente bomba rasga sus vidas. Un mes antes, una manifestación de unas doscientas mil personas discurren pacíficamente por la monumental ciudad de Washington hasta llegar al Lincoln Memorial. Desde su escaleras, Martin Luther King graba en la historia de la retórica política y forense uno de los discursos más memorables: I Have a Dream (Yo tengo un sueño).


La puntilla final la dio el presidente Johnson en su Acta de los Derechos Civiles. Prohíbe toda discriminación basada en raza, color, religión u origen. No fue fácil llegar a ser Obama: 'fue necesario un ancho espacio / y un largo tiempo' marcado por muerte, sangre y lágrimas. (Parada de Sil.)

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