Opinión

MáS DE LO MISMO: POLÍTICA Y UNIVERSIDAD

En Estados Unidos las universidades públicas están reguladas por los estados federales. El Gobierno de Washington no tiene ninguna jurisdicción; menos sobre las privadas. Se gobiernan a sí mismas, ajenas a cualquier poder externo. Y lejos de la tutela de ministros de educación y ciencia, al alimón en nuestro país de acuerdo con el sesgo político en el Poder. La universidad norteamericana de prestigio, puntera, goza de autogobierno pleno. Su prioridad: contar con los mejores profesores, y con un nivel de financiación adecuado. El poder ejecutivo está delegado a la Junta de Gobierno. El rector (President) preside la Junta. Ésta lo elige por un período indefinido, y puede ser destituirlo por un voto de la mayoría simple. Cuando un rector cesa en su cargo por dimisión (lo normal) o fallecimiento, los miembros de la Junta, previa una amplia y rigurosa consulta a nivel nacional e internacional, eligen al nuevo rector. Un español preside la Universidad de George Mason, en el estado de Virginia; un iraní (Vartan Gregorian) presidió Brown University; Ruth Simons, su última rectora, de origen afro-americano, descendía de esclavos.

La contratación de profesores es propuesta por los departamentos, acogidos bajo dos macro facultades: Humanidades y Ciencias (Arts and Ciences), por la Junta de Gobierno y por la Administración de la Universidad (Rector, Provoste, Decanos). Las condiciones salariales y beneficios adicionales (fringe benefits) se negocian a título personal. Varían entre los miembros del mismo departamento y hasta con los mismos años de servicio. La excelencia en la enseñanza y el prestigio en las publicaciones marcan las diferencias. La contratación a nivel de catedrático es vitalicia. El recién doctorado, que solicita una vacante disponible de su especialidad con permanencia (tenure truck), de ningún modo en la universidad de donde se doctora, debe seguir un ajustado proceso de ascensos. Los dos últimos tramos generalmente se conceden con nombramientos permanentes, sujetos a la aprobación de la Junta de gobierno, del Rector y de los Miembros de la Corporación (Board of Trustees). El veto es inapelable

El nombramiento del profesorado es crucial. Profesores de reconocido prestigio atraen a otros del mismo nivel y a jóvenes de gran promesa. Sucede con frecuencia en las universidades anglosajonas. Es casi imposible mejorar la calidad de un departamento al estar integrado por profesores dedicados tan solo a instruir y no a investigar. Se opondrán a contratar profesores de un nivel académico superior al suyo, temiendo que le hagan sombra.

Viene a cuento el popular dicho mediocraty breedes mediocraty (mediocridad alimenta mediocridad). La regla se aplica a los alumnos de master y doctorado; admitidos exclusivamente por mérito, sin distinción de origen, raza, religión o lengua.

Un caso ejemplar: el California Institute of Technology, conocido por el acrónimo Caltech. Muy semejante y en competición con M.I.T (Massachusetts Institute of Technology) de Boston. Situado en Pasadena, cercana a Los Ángeles, ocupa un lugar preeminente entre las universidades punteras del mundo. Tiene el mismo número de estudiantes que hace cuarenta años: mil doscientos de posgrado y unos mil de grado. El número de profesores, mil doscientos. Es decir, un profesor por cada alumno. El personal no docente llega a dos mil seiscientos: un 1,7 de empleados (docentes y no docentes) por estudiante. Los resultados son claros: treinta y un premios Nobel a lo largo de su historia. En el espacio universitario la calidad del profesorado, de alumnos, de laboratorios, siempre renovándose, marcan la diferencia.

Las universidades deben administrarse a espaldas del poder político, y sin fin de lucro. Permite contratar a profesores sin distinción de nacionalidad, diversificar el alumnado atrayendo a estudiantes extranjeros, asignar incrementos de salarios basados en la calidad de la instrucción y en la investigación y en el impacto nacional e internacional de sus publicaciones. En mente el dicho publish or perish (publica o pereces). Es decir: prohibido dormirse en los laureles.

(Parada de Sil)

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