Opinión

MEMORIAS POR UNA CAUSA: ENTRE LA VIRTUD Y EL PODER

La relación correcta entre virtud y poder, o su incongruencia, virtud sin poder o poder sin virtud, está presente en la conciencia de cada político y de cada época. Y en nadie mejor que en Baldassare Castiglione en su libro El Cortesano, escrito en las primeras décadas del siglo XVI. Fijó con meridiana brillantez, conocimiento y minuciosos detalles, la función del buen regente (en su caso el Príncipe), aun fresca y actual. Con amplia y espesa barba, mirada ladeada, inquisitiva, profunda, las manos juntas con los dedos pulgares, uno sobre el otro, cara ladeada mirando a quien lo retrata (el gran Raphael), su pose establece una alegre empatía ante quien lo observa con detalle. De hecho El Cortesano se convirtió a partir de su publicación (1528) en un best seller internacional. Así fue hasta finales del siglo XVIII. Contó con más de ciento cincuenta ediciones y fue traducido a las lenguas más habladas de Europa. Fue lenta su elaboración, y contó con numerosas revisiones, Castiglione muere al año de la publicación a la edad de cincuenta años.


Hijo de una rica familia residente cerca de Mantua, Castiglione pasó a residir en la corte de Urbino, regida por el duque Guidobaldo da Montrefeltro. Bajo las buenas mañas de su esposa Elizebetta, la corte de Urbino era conocida por su activa vida cultural: conciertos, representaciones teatrales, lecturas de poesía, festivales, tertulias literarias. La escritura de El Cortesano tuvo lugar en la corte de Urbino durante cuatro noches consecutivas. Bajo la presencia de la duquesa, gentes de distintas clases sociales se juntaban para discutir y comentar sobre las cualidades que debía poseer el cortesano. El texto, que se desarrolla en forma de diálogos, omite al autor y al duque Guidobaldo. El diálogo se entrelaza con amplias discusiones sobre el amor perfecto, la naturaleza de la mujer, y hasta sobre el verdadero significado de un beso. Abundan las diferencias de opinión. Y quedan en al aire, sin resolver, serias preguntas, ya tan solo en la mente de quien lee.


El famoso historiador suizo del Renacimiento italiano Jacob Burckhardt afirmó que el verdadero tema de El Cortesano eran las virtudes que deben caracterizar al noble residente en la Corte. No solo debe dominar el arte de la guerra, sino también los deportes nobles: correr, saltar, nadar, esgrimir, ser buen bailarín y hábil jinete. Debe poseer un buen conocimiento de las más importantes obras literarias, buen músico hasta el punto de tocar un instrumento y ser un experto en el arte de la buena oratoria. En su forma de hablar debe ser comedido; inteligente a la hora de alterar las expectativas preconcebidas. Todo ello sin presunción ni altanería; a la pata la llana, como diría Sancho, pero mostrando ser primus inter pares (el mejor de su grupo). Nada de afectación, más bien con sprezzatura, el arte de enmascarar su distinguida identidad.


El Cortesano es también un compendio sobre el arte de seducir, sobre la cortesía de las damas, chistes apropiados, decoro en el hablar y vestir y en mantener en secreto la relaciones amorosas, íntimas. Pero más que un personaje un tanto dandy, o un pedante conocedor del arte de la auto-figuración, el cortesano (léase político) debe ser instruido sobre la buena conducta. El dominio de sus varias artes le valdrán para realzar el aprecio del Príncipe y de este modo él mismo se aplicaría sus propios consejos. Ajeno a los grandes debates filosóficos, sin embargo Castiglione fue un asiduo lector de Aristóteles y Platón. Ambos también consejeros e instructores de reyes: Platón falló en las instrucciones dirigidas al incorregible Dionisio de Sicilia, pero Aristóteles fue celebrado por el sabio tutelaje de Alejandro el Grande.


El poder, carente de moderación y de una ponderada reflexión, era (y lo es) un camino que lleva al desastre. El cortesano que dibuja Castiglione tenía por objetivo atajar la insolencia y el desastre e imponer la virtud y la verdad en la fisonomía política del buen Regente.


A quinientos años de su publicación, El Cortesano sigue siendo un docto manual sobre el buen gobierno. Como vemos, viejos odres aún se aplican a los actuales; es decir, a los vigentes. (Parada de Sil)

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