Opinión

Memorias sueltas: Oscar Lewis y Los hijos de Sánchez

Vivía en la misma calle que Joseph Casagrande, en Florida Avenue, en Urbana. Se la señalaban a los visitantes de la ciudad: “en esta casa vivió Oscar Lewis, el autor de Los hijos de Sánchez, célebre antropólogo y etnógrafo que dio a la luz estudios brillantes sobre la inmigración de hispanos a las ciudades de Los Ángeles, Nueva York y Chicago”. Se había doctorado en antropología, como Casagrande, por la Universidad de Columbia, Nueva York. Ambos formaron un prestigiosa departamento en la Universidad de Illinois, situada en el centro de una gran llanura rodeada de ricas granjas dedicadas al cultivo del maíz y de la soja. La distinguen prestigiosos departamentos y una biblioteca universitaria considerada como la tercera mejor (después de Harvard y Yale) del país. Oscar era hijo de un rabino polaco (Lefkowitz) quien se había instalado en el norte del estado de Nueva York.  Con sus dos libros Antropología de la pobreza y Los hijos de Sánchez, Oscar Lewis obtuvo renombre y fama. El último libro fue reimpreso numerosas veces y objeto de feroces ataques. Su enfoque, la subcultura de la pobreza y las prácticas culturales de los inmigrantes.


Y se atacaron sus métodos de investigación, no basados en estadísticas, sino en narraciones directas, a modo de crónicas sociales. Usaba como medio, en la mitad del siglo pasado, una grabadora. La exposición descarnada de la pobreza, de los grupos marginados, del caótico crecimiento de la ciudad de México, del testimonio oral de quienes lo sufrían, se vio como un desafío a la identidad nacional. Menos polémicos fueron Pedro Martínez y La vida. La tirria era impulsada por otros elementos, aparte de los presupuestos teóricos de Oscar Lewis. Uno de ellos, el estar apoyado por los especialistas del campo, por antropólogos y estudiosos de las ciencias sociales, y no menos el ser gringo, yanqui y, para los más suspicaces, un feroz colonialista.


Su metodología era cualitativa, no cuantitativa. Simplemente, historia de la vida (Life History), llevada a cabo por la antropología norteamericana en el análisis biográfico de los nativos americanos. A tal adición, recolecta de informes orales, era también propenso Joseph Casagrande, colega de Lewis en el mismo departamento. Las historias de vidas, descritas por los informantes, derivaban en modos de vida, en común frontera con la sociología. La autobiografía múltiple dentro del seno de una familia era su método principal. El objetivo: reconstruir, a modo de una polifonía en múltiples voces, autobiográficas, la vida privada de las familias. Sus herramientas, ajenos al contexto histórico y social, eran grabaciones, carretes, fotografías, informes personales, cartas.


Los hijos de Sánchez hicieron correr mucha tinta. Fundía el relato literario y la denuncia social con la antropología, la psicología, la etnografía y el naturalismo. Tal era el método de Joseph Casagrande, otro insigne antropólogo. Casado en segundas nupcias con la atractiva Mabel, convirtió su casa en un asiduo lugar de tertulias. Recuerdo a la pareja de chilenos, especializándose en Astrofísica, a varios españoles en Agronomía, otros en Ciencias Políticas, todos en torno a Joe, como era conocido, y a Mabel. El ilustre antropólogo era uno de más. En su caso, un grupo de informantes indígenas, situados en la cuenca ecuatoriana del Amazonas, le enviaban extensos relatos sobre sus fiestas, festejos y ritos, que Joe compensaba económicamente. Buen jugador de póker tenía una vez al año, pasadas las Navidades, unos días de escape a los casinos de Las Vegas. En su última visita, un fulminante infarto lo dejó tendido ante la máquina de juego. Cundió la noticia entre el ambiente académico de la Universidad. Pasaron los meses, la casa se vendió, Mabel recogió sus maletas de vuelta a Guayaquil, ya lejos de su último gran amor. En los anales de la Universidad de Illinois aún sigue el legado de los dos ilustres antropólogos. Nadie sospechaba, ajenos a su disciplina, que Joe era también un distinguido estudioso de la historia de la antropología, de la lengua y lingüística de los indígenas del Alto Plato ecuatoriano, de los indios Chippewa, Comanches y Navajo del Norte americano. Florida Avenue, en Urbana, era así reconocida por la avenida de los antropólogos y más por un libro peculiar: Los hijos de Sánchez.

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