Opinión

Las memorias también emigran VII

Era fácilmente identificable por sus largas y anchas patillas que le bajaban hasta las mandíbulas. Alto, delgado, conspicuo, de mirada penetrante y alegre, dirigía el Departamento de francés, Columbia University, y a la vez supervisaba aquellos que, desavenidos, eran incapaces, dadas sus discordias, de gobernarse entre ellos. En el argot académico estaban bajo el control (under receivished) de Michael Rifattere. Supervisaba los nombramientos, aumentos de salarios y arbitraba las desavenencias. Tenía gran presencia en la Administración. Dirigía la revista The Romanic Review y tenía manga ancha en los departamentos de inglés y de literatura comparada. Estableció un programa de profesores visitantes y organizaba debates, conferencias, simposios y variadas actividades académicas. Su gran debate con Roman Jakobson, el gran gurú de la longüística románica, sobre dos lecturas divergentes -los famosos sonetos Le cats de Charles Baudelaire,- le concedió nombre y prestigio en el mundo académico internacional. 

Eran los años de su monografía Essais de stylistique structural, que vio la luz en francés (Flammarion, 1971); también en versión inglesa, citada como texto fundamental de teoría literaria. Bajo su tutelaje pasó por Columbia el abstruso Jacques Lacan que ofreció una serie de conferencias en el gran auditorio de la universidad. Elegante, zapatos de charol, traje negro con rayas grises, corbata roja y un elegante pañuelo blanco colgando del bolsillo alto de su chaqueta, ya famoso psiquiatra, disertó en abstracto lenguaje y entrecortado inglés, sobre la formación lingüística del inconsciente, partiendo de Ferdinand de Sausurre y de sus conceptos claves de langue y parole. Se puso de moda su teoría sobre las fases del desarrollo infantil del Yo, tomando como imagen la figura del padre y de la madre que, a modo de espejos, irían formando la compleja identidad infantil. 

Riffaterre invitó al joven Humberto Eco, avalado por sus primeros escritos sobre semiótica y su teoría sobre la opera aperta; tambén a Todorov, ya conocido por su Gramática del Decameron, y a la joven y brillante Julia Kristeva, ávida lectora, excelente polemista, con intrigantes incursiones en la formación del feminismo europeo basado en estructuras lingüísticas y en sus rasgos diferenciales. Estaba en boga su obra más destacada, Semiotiké, traducida al inglés, y una serie de ensayos que vieron la luz en Columbia University Press. Una variada lista de acontecimientos culturales ofrecía a la vez la Casa Italiana, un elegante palacete ubicado en Ámsterdam Avenue. Y lo mismo los Departamentos de Literatura Comparada e Inglés, sin descontar la escuela de periodismo que reunía a las figuras más relevante del campus a la hora de conceder los Pulitzer Prices. 

Durante sus años en Columbia University, Xan hacia frecuentes escapadas a la The Hispanic Society of America. Desde la estación del metro (Columbia University) que cruza la zona del West Side, se llega a la Calle 166 y Broadway, un barrio latino, habitado en su mayoría por dominicanos. En él se ubica la biblioteca y museo de The Hispanic Society of America. Sus tesoros bibliográficos son únicos. Atesora un sinfín de ediciones princeps -siglo XVI y XVII-, y no menos manuscritos y primeros impresos, tanto de la Edad Media como de los siglos posteriores. Su fundador, Archer A. Huntington, ávido lector, heredero de una gran fortuna, tuvo la valentía de comprar la gran biblioteca del Marqués de Jerez de los Caballeros, en palabras de Antonio Rodríguez-Moñino “un vivo y real palacio de las mil y una noches para todo estudioso de nuestras viejas letras y de nuestra cultura”. En los primeros años del siglo pasado Archer visitó monasterios y bibliotecas privadas en España y Portugal, y adquirió manuscritos e incunables de valor incalculable. Ahí están, por ejemplo, las primeras ediciones de La Celestina y de tantas obras que forman parte del canon de la literatura clásica española. La sala de lectura adecuada. Un empleado, ya entrado en años, servía los pedidos a cuenta gotas. Un máximo de tres libros. Vigilaba cómo se abría el libro, el lápiz que se usaba, el papel blanco de que se disponía. El número de lectores, los sábados de mañana, no subía de cinco o seis. En los momentos de descanso, en la plazoleta frente a la Society conocí, sigue Xan, a un buen número de investigadores. Uno de ellos Amado Ricón, profesor en la universidad pública de Staten Island, que forma parte del sistema de la universidad de la ciudad de Nueva York. Gallego de origen, pronto simpatizamos. Editaba villancicos en gallego presente en los Cancioneros del siglo XV con vistas a una antología. Alguna institución estaría interesada en su publicación. En mente la fundación Barrié de la Maza. Así fue.

La amistad de Xan con Amado se intensificó con los años. Fortuitamente nos encontramos en San Francisco, durante la celebrada convención de la Asociación Americana de Lenguas Modernas. Cenamos en el barrio chino y, entre risas y serios comentarios, contó la trágica enfermedad, muerte y sepelio de Emilio González López, quien lo había considerado como su hijo adoptivo. Don Emilio había sido por años, dado su gran prestigio académico, el director de la Casa Galicia en Nueva York, puesto al que le sucedió, pasados los años, Amado. Ya jubilado dio con sus huesos como alcalde de Redondela, como diputado provincial, diputdo de Cultura y Medalla Castelao, 1993. Sic transit … 

(Parada de Sil)

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