Opinión

NO ES LA PRIMERA VEZ

No es la primera vez. Lo hago con frecuencia. Me paro, miro a su rostro, lo contemplo desde lejos; me acerco, mido su estatura, su gran zancada, su obsesivo mirar sobre las dos grandes páginas laminadas, sus obtusas gafas, su esquelética fisonomía, su incisivo y ensimismado leer. Ajeno a las terrazas que lo rodean, al tumulto y baraúnda de los niños sobre columpios o toboganes, al caer cercano del golpe de las campanas, a la lluvia, viento, niebla, escarcha, o sol ardiente, sofocante, húmedo, que apesadumbra la arboleda del Parque de San Lázaro. ¿Quién es este gran zancudo sumido en una profunda lectura? ¿Qué lee, ensimismado, ajeno a su entorno, que ni observa, ni levanta la cabeza, ni mira a su alrededor, ni observa a la gentil dama que pasa indiferente a su lado? Quijotismo puro y duro. Al saber se llama leer, y el caminar y el leer, real o imaginario, son vibrantes alegorías de las páginas que caminando se escriben, y que una tras otra llegarán a su fin.


Es la escultura más significativa, intrigante y simbólica de esta ciudad. Lejos del costumbrismo realista de otras (la mujer asando castañas, repartiendo la leche, o a modo de gran amazona en posición supina). El erguido lector del Parque de San Lázaro establece dos grandes paradigmas de la existencia humana: el caminar (vividuría) y el leer (historia). Y aún más. Sostiene con sus alargados dedos la memoria escrita de los días, meses y años: los trabajos y los días de la ciudad cuya crónica queda estampada en el periódico de La Región. Estrafalario, perdido en sí mismo, vistiendo de cintura para arriba el simbólico color amarillo, zapatos romos, dedos alargados, piernas y brazos, esquelético, orejudo, nariz de payaso, colilla sobre la comisura de sus labios, a guisa de gigante perdido en el mundo intrigante de su lectura, silenciada. Escultura de César Lombera erigida en conmemoración del XX aniversario de la aparición en el periódico local de la popular viñeta del personaje de Xosé Lois González, 'O Carrabouxo'. El títuto exclamativo '¡Ordiá!' configura la extrañeza del personaje, sus pasos agigantados, su locura como lector. ¿Qué página lee que lo sume en tan profundo ensimismamiento? Todos sus gestos petrificados en dos actos simultáneos. Y en vilo, su mundo bullente, imaginario, de lo que lee. Y la pagina abierta en busca tal vez del sentido de su existencia. La gran rueda del saber y del imaginario colectivo. Gran homenaje a ese acto en solitario que es el leer inquisitivo, en voz baja, en silencio, con uno mismo.


Hay lecturas acertadas, correctas y un gran número de lecturas erradas, tergiversadas, alteradas, malditas. Lecturas prohibidas, censuradas, y lecturas cacareadas en himnos cargados de perversas ideologías, en axiomas perturbadores y en epitafios que abrevan la vida en frase entrecortada. Se leen cuerpos y almas; abismos y espacios celestes. El relato bíblico de la creación se fue haciendo a base de lectura, y no menos la encarnación del Verbo, que se hizo carne y es celebrado en extensas disquisiciones a través de epístolas y apostolado. La lectura redime la ignorancia y encumbra lo más sobresaliente del espíritu humano. Las bibliotecas son los grandes templos de la lectura; su carencia o escasez desvelan empobrecimiento cultural y amnesia histórica. Leer es saber, pensar, opinar, tolerar, corregir, alterar, dialogar, sufrir, perdonar. La quema de libros, las bibliotecas en llamas, los bibliocastos, la lista de lecturas prohibidas (Inquisición, Autos de fe), embotaban la imaginación. Imponía la lectura reglada por el Poder. Deriva en censura, ignorancia, estupidez.


La veneración por la lectura implica un paso gigante en las defensas de las libertades y del bien estar de las naciones. Impone la curiosidad intelectual, los adelantos técnicos, el progreso. El refrán 'dime con quien andas y te diré quien eres' su puede fácilmente trastocar en 'dime cuánto lees y te diré como piensas', a medio camino entre la imbecilidad y la cordura. A mayor lectura ciudadana mejor sistema democrático. ¡Huyan del político que nunca lee! La genial escultura al borde del Parque de San Lázaro es el mejor homenaje a un acto que trasciende los tiempos de la historia: caminar leyendo. Porque así es la vida. (Parada de Sil)

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