Opinión

PAISAJES DE ALDEA: NO ES FÁCIL LLEGAR A FORCAS

No es fácil llegar a Forcas, una de las nueve parroquias que formaban parte del concello de Parada de Sil. Asentada en la ladera de una pronunciada pendiente hacia el río Mao, fue en tiempos una de las parroquias más activas y dinámicas del contorno. A ella se accedía, años ha, por escarpados caminos de caballería partiendo, bien desde la Ribeira Sacra o desde los altos del Rodicio. Forcas vivía enclaustrada en sí misma. Por ella pasaron clérigos atrevidos, maestras que dejaron historias ejemplares y, dada la abundancia de prole, un reguero de emigrantes, unos camino de Barcelona, otros a la lejana Habana. Uno de ellos, ya de vuelta, hizo historia en la medicina internacional; otros en las finanzas y en la industria hotelera cubana. Como ponente en el congreso que organizó la Asociación Internacional de Estudios Gallegos, que tuvo lugar en la Universidad de La Habana, tuve la ocasión de visitar el Hotel Lincoln, regentado por Antonio Fernández, nativo de Forcas, al igual que lo era José Antonio Lamelas Fernández, uno de los nueve hijos del maestro Graciano Lamelas Montes, devoto de Shakespeare, del Rey Lear, de Hamlet y de Macbeth. Hasta su perro se llamaba Lear, escribió su nieta, Angelina Lamelas, distinguida escritora y periodista radicada en Santander.


José Antonio, el menor de nueve hermanos, vio partir a tres de ellos rumbo a Cuba; a la hermana mayor a la Argentina. Melquíades era el más emprendedor: vendedor de agua fresca a los mulatos que cortaban caña, quincalleiro (buhonero) con su cajón al hombro, ofreciendo a negras y mulatas sortijas de plata, dijes de piedras duras, esclavas de oro bajo en quilates, ganchos de colorines para el cabello. Salían de sus casas a la voz de ¡buhoneroooo!, que el gallego de Forcas lanzaría anunciando sus coquetas mercancías.


Del cajón de quincalla a una panadería en Camagüey, primero en alquiler, después en propiedad. Y vuelta a Forcas, cumplida la visita a los padres, de nuevo a Cuba llevando consigo al hermano menor con apenas catorce años. El rapaz de Forcas, tal como describe el escritor cubano Manuel Barnet en su relato testimonial Gallego, quedaría perplejo ante el bullicioso paisaje humano de la perla del Caribe: grácil contoneo de jóvenes atractivas, aves de variados colores, frutas tropicales nunca vistas: papayas, guayaba, toronjas, mangos, pomarrosas; habla cantarina y melosa, acariciada dulzura en la manera de ver y tocar, ropa ligera, amplia, sombrero blanco, pajizo, camisas floreadas, amistoso compadreo ('¡oye, viejo!, ¿qué e lo tuyo?'). Pasados unos pocos años, el rapaz de Forcas quiso regresar. Le hervía la curiosidad por estudiar y saber: bachiller de seis años en dos, medicina de seis años en cinco, veintidós matrículas de honor, doctorado bajo la tutela del doctor Marañón, becado por la Fundación del Amo en Boston y más tarde en la Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, bajo la dirección de investigadores de talla internacional.


El hijo menor del maestro de Forcas pasó a formar parte del nuevo centro médico de Valdecilla, situado a la entrada de Santander, pionero en la agrupación de enfermos por especialidades y avalado por un grupo de insignes doctorados en variedad de especialidades. La atención médica y consultoría fue acompañada, en el caso del doctor Lamelas, por una ardiente necesidad de dar a la luz sus observaciones: 'Trastornos vasculares periféricos', 'Enfermedades del pericardio', 'Enfermedades vasculares y diabetes'. Fue ponente y congresista en universidades nacionales y extranjeras, socio fundador de la Sociedad Española y de la Portuguesa de Cardiología, Académico de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, Cruz de Alfonso X el Sabio.


Con frecuencia Melquíades, ya dueño de cuatro o cinco hoteles, llegaba a Forcas, en los años de la posguerra española, en un flamante Buick en visita obligada a padres y hermanos. Otros se quedaron sumidos en la vaga memoria de los escasos vecinos que aun vagan por Forcas, ya desmemoriada y sin apenas aliento humano.


Ciertamente, y recordando el famoso dictum de Ortega y Gasset, 'yo soy yo y mis circunstancias', no se evita el nacer, ni de quien se nace, ni donde nace, pero las circunstancias adversas (las crisis económicas) también se superan aunque se proceda de una aldea perdida en la Galicia profunda llamada Forcas.


(Parada de Sil.)

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