Opinión

PAISAJES MÁGICOS DE ALDEA: LA CASA DE VIANA

Aislada, majestuosa, noble: la Casa de Viana. En reposo, en la ladera de la montaña, bordeada por robledales, castaños y amplios pastizales, y teniendo como fondo, a una orilla y otra del río Sil, los empinados bancales de viñedos, que descienden bordeados por sinuosos vericuetos hasta las orillas del amansado río. Desde el alto, la Casa de Viana, a modo de vigilante atalaya, preside una vista mágica, única. A lo lejos, como en el alto de un montículo, a modo de pardo nido de águila, Cristosende con su Casa Grande; a sus espaldas, el camino medieval de San Lorenzo a Forcas, que pasa bordeando la necrópolis de San Vitor y de su capilla envuelta en leyendas y cuentos que el imaginario popular recrea en variedad de relatos. En ella dormitan, en silencio, mil años de historia. Ya nada queda de ellos. Tan solo la memoria de las piedras y de las tumbas antropoformas en su entorno. Por debajo de Sacardebois, Leiravella, A Costrela, Barxacova, y en la lejanía, los altos de Parada de Sil y sus impresionantes miradores sobre la barbacana del río.


En la lejanía, tierras de Lemos, concello de Sober, parroquia de Piñor, rectoral de Amandi, las hieráticas torres de la iglesia de Cadeiras, con restos de un lejano cenobio sin apenas historia Por estos bancales, en agudas pendientes, y siguiendo torcidos senderos, se cultiva la uva mencía. Ya suenan, allende el mar, los prestigiosos nombres de bodegas con denominación de origen. Sus vinos formaban parte, se dice, de los festines de la nobleza romana en tiempos de César Augusto y Pompeyo Craso.


Aquí la vid se arropa, se entreteje, se abraza con la estaca que la sostiene en sutil y dulce maridaje, al igual que la yedra que trepa el muro, o bordea con sus hojas el esbelto olmo. Imágenes que consagra la emblemática como símbolos de la unión conyugal y se arraigan en el pasado clásico latino. Es posible que el símbolo surja de la costumbre de plantar las vides junto a los olmos, de acuerdo con los varios tratados de agricultura en la antigüedad: en Varrón, Columela y Plinio 'Historia natural'.


La Casa de Viana tiene abolengo, hidalguía, casta noble de ricos hacendados, ya atestada en un documento notarial que data de 1435. Siglo más tarde se constata que en ella vivía una tal Ysabel de Viena y a primeros del siglo XVI que un abad de Sacardebois, un tal Juan Ramos, construyó una casa en su lugar, ya conocida como Casa de Viana. La casa se fue haciendo y rehaciendo al aire de sus moradores a través de cuatro largos siglos y ramificándose en distintos linajes. Uno de ellos, Rodrigo de Páramo, capitán leal al servicio de los Reyes Católicos, recibió el señorío de la Torre de Piñeiro que aún se conserva.


De una segunda rama procede la Casa de Viana. Su cabeza, Diego de Páramo, ejerció como notario, primero del monasterio de San Esteban de Ribas de Sil, y más tarde del conde de Lemos. Recibió en recompensa el lugar de Tabouzos, cerca de Amandi, donde construye una casa en 1527. Uno de sus herederos, Francisco de Páramo, se hizo cargo de las parroquias de Sacardebois y Pradomao, y recibió por foro del monasterio de Montederramo el lugar de Viana. Don Francisco fue el verdadero patrón de la Casa de Viana, me confirma por escrito Eduardo Prieto, un lejano descendiente, profesor en la Escuela Superior de Arquitectura, de Madrid. Heredó sus bienes un tal Diego, nacido en la Casa de Viana. El apellido Páramo se perdió en 1871, y fue sustitutito por el de Casares y Miranda.


Arciprestes, canónigos (de León, Astorga), comisarios del Santo Oficio, oficiales de Marina, obispos (de Calahorra), licenciados, forman parte de la ilustre herencia de la Casa de Viana. Uno de ellos, Francisco Casares, llegó a mediados del siglo XVIII a Parada de Sil procedente de Cantabria. Tallista y escultor, diseñó el retablo barroco del monasterio de Santa Cristiana, actualmente en la iglesia de Sacardebois. De él procede el apellido Casares de Parada de Sil.


Estas imponentes casonas, a modos de mudos heraldos de la intrahistoria de la Galicia rural, autosuficientes, apoyadas por caseiros que labraban sus tierras, y que del fruto recogido se quedaban con una parte; que sostenían su economía a base de cabezas de ganado prestadas en tercerías, son también parte de la historia económica y social, no escrita, pero no menos relevante: el pasado rural de la Ribeira Sacra.


(Parada de Sil)

Te puede interesar