Opinión

LOS PASOS PERDIDOS

El gran director de cine español Luis García Berlanga, fijó el estereotipo del norteamericano en su famosa y clásica película Bienvenido, Mr. Marshall (1952). Alude directamente al Plan Marshall que sacó de la ruina a la Europa de los nazis y a sus países satélites. A España llegó como donativos en leche en polvo, mantequilla y queso amarillo, que repartía fervorosamente a los alumnos en mis años de maestrillo en las escuelas que recorrí por la Ribeira Sacra. El Plan tomó el nombre del entonces secretario de estado norteamericano George Marshall quien, el 5 de junio de 1947, en su discurso en la Universidad de Harvard, propuso un plan de recuperación económica y de consolidación de los regímenes democráticos en Europa Occidental. España fue excluida. No cumplía ningún requisito democrático. Fueron años de racionamiento, de abrumada pobreza seguidos de una masiva emigración.


El filme de Berlanga, ya un clásico del género, retrata la festiva alegría de un pequeño pueblo castellano que espera la llegada del amigo americano que colmará las peticiones de sus habitantes. Transforma sus calles en un bullanguero festejo andaluz, y a sus paisanos en caricaturas flamencas: la España de taconeo y guitarra. La delegación norteamericana atraviesa en potentes coches la calle y plaza del pueblo dejando boquiabiertos a los aldeanos de Villar del Río. El filme, aparte de los aciertos de interpretación, fijó el estereotipo de un país (España), y el de los norteamericanos: campechanos, generosos, optimistas. Tal fisonomía, física e ideológica, cambia en consonancia de quien la asuma: yanqui o gringo para quien los concibe como parte de un imperio, ferozmente capitalista, intruso, maquiavélico; o modelo de un vigoroso sistema democrático y de arraigados valores occidentales: familia, iniciativa individual, patriotismo, fe cristiana, abogados de las libertades individuales, rechazo de la presencia masiva del Estado en la programación de la vida de sus ciudadanos, ávidos emprendedores, en el límite, capitaneando libertad de acción y opinión.


Es el país del Self made man: de quien a base de trabajo y estudio logra la cima de sus posibilidades humanas. Pero es tópico el exacerbado consumismo, las fallas en la alimentación, la indiferencia ante la historia y cultura de otros países. Tales estereotipos se rompen o se desmoronan ante la clamorosa diversidad del país, sus múltiples etnias, regiones, variedad de acentos, mentalidades políticas, creencias religiosas. El blanco anglosajón es en algunos estados una minoría. Y sorprende el anuncio en ciertas poblaciones del estado de La Florida: No English spoken here (aquí no se habla inglés).


Y si bien la apreciación del Otro desde un lado del Atlántico está oscurecida por el tópico y el estereotipo, desde allende el mar se mantienen las mismas limitaciones. Vienen auspiciadas por una nueva ideología crítica presente en los departamentos de Humanidades más prestigiosos: anticolonialismo, indigenismo, Leyenda Negra, profesorado con una arraigada presencia de lo hispanoamericano (espacios y culturas cercanas y fronterizas), con todos los matices de antiespañolismo peninsular.


Una vez más he transitado entre las dos orillas del Atlántico: la Nueva Inglaterra al noroeste de Estados Unidos, cuyo centro neurálgico es Boston (la Atenas de Occidente) y la Ribeira Sacra. Y una vez más he comparado y contrastando expresiones culturales, sociología del vivir cotidiano, formas de vestir y de comer, sistemas de educación, obsesiones y prejuicios, marasmo económico, crisis política. Lo más sorprende, pese al antiamericanismo, es la mimética y ridícula imitación en esta orilla de todo lo que procede de América: tiendas y boutiques en inglés, comida rápida, variedad de bebidas carbónicas azucaradas (Starbucks es el último grito), centros comerciales que han plasmado el diseño norteamericano. Caminar por el centro comercial Ponte Vella de Ourense es duplicar unos pasos ya diseñados años ha en la parte norte del nuevo continente. Y no menos sorprenden las vestimentas de ciertos jóvenes imitando el pantalón caído de las bandas carcelarias en USA. O los bailes más extravagantes.


¿O es que siempre llegamos tarde a la hora de inventar nuevos modelos culturales? (Parada de Sil)

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