Opinión

TRAS LOS PASOS DE RUTH M. ANDERSON

En la Casa Hispánica, en la calle 116, descendiendo hacia Riverside Drive y el parque del mismo nombre, está ubicado el Departamento de español y portugués de la Universidad de Columbia, en Nueva York. A él llegó, en la primera veintena del pasado siglo, Federico de Onís, que tenía a gala ser alumno de don Miguel de Unamuno. Salmantino, un tanto tosco y labriego, lucía sin esmero una chaqueta de pana y un impetuoso cigarrillo. Y al igual que Amado Alonso en Buenos Aires, dio un gran impulso al naciente hispanismo en Estados Unidos. Le habían precedido tres figuras de relieve: Archer M. Huntington, el fundador de la maravillosa biblioteca de la Hispanic Society of America, única en el mundo por su impresionante colección de ediciones princeps: entre ellas la primera de La Celestina y de Don Quijote, y un manuscrito de El aguacil endemoniado de Quevedo. Le precedieron el historiador de la literatura española, George Ticknor, que dio a la luz la primera historia de la literatura española en tres enjundiosos volúmenes. Y William Prescott, que iluminó con detalle el pasado del imperio de los incas, el de los aztecas, el reinado de los Reyes Católicos y el de Felipe II. Los dos últimos distinguidos hispanistas en Harvard, a mediados del siglo XIX. Onís dio un paso gigantesco fundando la Revista Hispánica Moderna que en sus páginas finales hacía un valioso acopio bibliográfico de las publicaciones más relevantes, anotando libros y artículos incluidos en las revistas más prestigiosas del campo.


Durante varios años aproveché los fines de semana para desde Columbia University, mi primer nombramiento académico, llegar en metro hasta la Hispanic Society, situada entre las calles 155 y 156 y la Avenida Broadway, y consultar y comprobar las referencias presentes en mi tesis doctoral, que años después vio la luz en la Editorial Gredos. Conocí al personal de su biblioteca, y en los descansos tomados entre hora y hora, una y otra vez recorrí la sala de exposiciones, el museo y consulté numerosas veces sus archivos de incunables, grabados, fotografías y ediciones princeps. El complejo artístico, con aires neoclásicos, lo forman la Sociedad Numismática, el Museo de la América indígena y la Hispanic Society. Su fundador, Archer Milton Huntington, heredero de una gran fortuna amasada por su progenitor en la explotación del ferrocarril por los estados del Oeste americano (Central Pacific Railroad) es el mejor ejemplo de la figura filantrópica al servicio de un país.


La gran colección de manuscritos y libros raros (suben de doscientos mil ejemplares, a partir del siglo XI) proceden de la gran biblioteca del Marqués de Jerez de los Caballeros. Adquirida por Hungtinton en 1904, estaba considerada como la mejor biblioteca de libros españoles del mundo. Graduado de Yale, su lectura del libro de George Borrow sobre los gitanos en España (The Zincali), y de la mano de su viejo profesor, hispanista, William I. Knapp, fraguó la idea de crear un museo que condensara 'el alma de España', de acuerdo con el concepto romántico alemán tan en boga: documentar el espíritu del tiempo (Zeingeist).


La herencia de ese joven graduado, que a principios del siglo pasado pateó por la ancha Castilla visitando monasterios, conventos y bibliotecas privadas en busca de libros raros e incunables, en un empeño de clasificar y presentar la cultura hispánica en un gran museo, la vi reflejada en la sala de exposiciones del Centro Social Novacaixagalicia, dentro del marco del Outono Fotográfico, situada en la Plaza Mayor de Ourense.


Entre 1924 y 1926, Ruth Matilda Anderson, originaria del estado de Nebraska, pateó, auspiciada por la Hispanic Society, al igual que años antes lo hiciera su fundador, villas, ciudades y aldeas gallegas, documentando con acertada selección y verismo, estampas costumbristas de la vida cotidiana. Periodismo gráfico sin igual, del vivir y del hacer de un pueblo a través de unas lentes fielmente humanas, femeninas, sorprendentes y no menos sorprendidas: mallando millo, carro de bois e viño, facendo chocolate, fontes, a leiteira, carro de familia, cacharros a feira, etcétera. En Huntington tuvo Ruth a su mejor maestro: un innato afán de curiosidad gráfica; de conservar y devolver al bien común de los pueblos más que lo que se recibe. Un modelo de filantropía en estado puro, que no es caridad; más bien el pago de una deuda social. (Parada de Sil)

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