Opinión

EL PATIO DE MONIPODIO: SEVILLA

Sevilla, abierta al Nuevo Mundo desde el momento en que Colón izó sus velas rumbo a las Indias Orientales, se convirtió en un nervioso trajín de mercantes y aventureros, de pícaros y ladronzuelos, de novedosas llegadas y de inquietantes salidas. A su Torre de Oro llegaba plata y oro en abundancia. Al patio de Monipodio, situado en la casa de este famoso mafioso, en el centro de Sevilla, llegaron dos descarados jovenzuelos: Rinconete y Cortadillo. De profesión, pícaros. Así lo cuenta Miguel de Cervantes, en su reconocida novela, que lleva por título a estos dos personajes. El uno, Pedro Ricón, hijo de un ministro de la Santa Cruzada, es decir bulero o buldero, era hábil en anunciar y vender las bulas, pero más aficionado al dinero que rentaban. El otro, Diego Cortado, era hijo de un piadoso sastre, de quien aprende el oficio. Saltó del corte con tijeras al hábil e ingenioso corte de bolsas. Eran hábiles en el juego de naipes y duchos en la llamada 'ciencia villanesca'. En resumen, dos ladronzuelos de cuidado.


Ambos llegan a Sevilla y pronto se familiarizan con el desempeño de su oficio y con los sitios de mejor provecho: la Carnicería, la plaza de San Salvador, la Costanilla, las tardes a orillas del río, los jueves en la zona conocida como La Feria. Pero su oficio también estaba controlado. Necesitan para ejercerlo registrarse ante el señor Monipodio, les avisa un mozo a su servicio. Monipodio es a modo de padre, maestro y protector. Y deberán pagarle por el uso del espacio urbano. Lo controla y lo gobierna. Tal su fisonomía: corpulento, moreno de rostro, alto de cuerpo, cejijunto, barbinegro de pelo y muy espeso. Los ojos, hundidos. De unos cuarenta y cinco años, mantiene el total monopolio sobre las mercancías robadas y sobre las acciones de sus pícaros. Encabeza su cofradía de delincuentes.


La puerta de la Aduana, por donde entran a la ciudad Rincón y Cortado, es a modo de coartada a la pérdida del libre uso de sus oficios y de su libertad. No podrán robar sin previa licencia. La moneda ganada ha de ser repartida entre todos. Monipodio controla con mano férrea la gran aduana secreta, que es Sevilla, de la que obtiene pingües ganancias. Y contabiliza, en su 'libro de memoria', a modo de libro de cuentas, los créditos y los débitos. Establece obligaciones y rige las acciones llevadas a cabo por su organización. El libro de cuentas es su riguroso control. Cervantes va más allá. Registra y describe una sociedad corrupta: jueces, clérigos, mercaderes, escribanos, alguaciles. Documenta la vida religiosa, deformada, de la vieja Pipota, los problemas domésticos de Juliana la Cariharta y de Repolido, los provocativos bailes y canciones de la Escalanta y de La Gananciosa, las matracas de Chiquiznaque, Maniferro y Ganchoso; el bajo mundo de la prostitución. Bajo el férreo control de Monipodio, todos están sujetos a prescripciones, reglas, normas y leyes que dicta y aplica sin piedad


Desde la venta manchega del Molinillo se inició la febril actividad picaresca de Cortadillo y Rincón. Al primero le mueve una humillante ascendencia y un vergonzoso determinismo social. Pedro de Rincón llegó a la venta desterrado de la corte. A partir de este encuentro, ambos pícaros organizan su modus vivendi. Como en Don Quijote, el libro de memorias de Monipodio fija el día a día, las acciones delictivas de su súbditos. Les dicta sus actos, controla sus acciones, las cuentas cobradas, las pendientes y los encargos de ajustes contratados. Pateando la Sevilla del siglo XVII, tan conocida por el mismo Cervantes, la breve novela retrata sus aspectos más sombríos y su extendida y descontrolada corrupción. En solfa, el sistema judicial y el administrativo, la ley, el poder del dinero, el favor, el soborno, el engaño y la manipulación de los administradores de la justicia, los nuevos ricos y el camino de los huidos de la justicia hacia América.


Antes (siglos XVI y XVII), como ahora, ya entrados en el siglo XXI, los mismos males, la misma ciudad, si bien en un alarde de encubrirlos con solapada villanía. (Parada de Sil.)

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