Opinión

LA VOZ DE LA TRIBU: JOSÉ ÁNGEL VALENTE

La figura bíblica de Lázaro ha sido objeto de atención tanto en el arte iconográfico como en el pictórico. Como figura visionaria, que ha penetrado los íntimos arcanos del otro mundo, es comentada en uno de los sermones de san Agustín. Fue con frecuencia representada en la comedia humanística del Renacimiento. En Anabión sive Lazarus redivivus de L. Sapidus se contrastan las dos figuras bíblicas. Quevedo describe su pícara dualidad y Sebastián de Covarrubias comenta, en el siglo XVII, sobre ambas figuras. El primero, el de Betania, es mencionado solamente en el cuarto evangelio. Amigo de Jesús, resucitado por éste, se sienta a su mesa como comensal. Al pobre Lázaro de la parábola del rico Epulón alude el evangelista Lucas. Su figura llagada, el ansia de satisfacer su hambre con las sobras del rico, quien celebra cada día espléndidos banquetes, la muerte de ambos con desigual destino (infierno, cielo), la petición que el rico epulón dirige a Abraham para que le envíe a Lázaro, y con la punta del dedo mojado en agua refresque su lengua ('porque estoy atormentado en estas llamas'), forman parte del relato ejemplar. La respuesta de Abraham es tajante: 'Hijo, acuérdate de que recibiste ya tus bienes en vida y Lázaro recibió males, y ahora él es aquí consolado y tú eres atormentado'.


El relato del pobre humilde y del rico avariento inspira buena parte de la literatura medieval de origen monástico. Figura en el arte plástico de sus iglesias románicas. Algunas de las referencias están presentes en la obra del gran poeta orensano José Ángel Valente, en concreto en Entrada en materia. Por ejemplo, 'si me reino no fuera de este mundo, / si no me apalearan / y me dieran también aceite y pan' del poema 'No mirar'. Y en la frase litúrgica Dies irae o seculum per ignem del poema 'El funeral'. También en la narración irónica, invertida, del sacrificio de Isaac quien, a la hora de ser degollado, se rebela contra el padre (Abraham), en 'El sacrificio'. Finalmente en las varias referencias al día de la ira en Siete representaciones. Evoca el final apocalíptico: 'el día que los corderos devoren dulcemente / la entraña de los lobos indefensos / hasta agotar su estirpe'. Tal asidua lectura en la Biblia la muestran también los varios títulos: A modo de esperanza, Poemas a Lázaro, Siete representaciones, El inocente. Y un buen número de ensayos en prosa como Las palabras de la tribu, La piedra y el centro. Lo mismo su familiaridad con la obra de Miguel de Molinos, y sus originales incursiones en la lírica de san Juan de la Cruz, en la prosa de santa Teresa de Jesús, en las corrientes espirituales de la Cábala (relación con Borges) y con los trabajos de Gershon-Scholem, uno de los grandes estudiosos de esta corriente espiritual.


La asunción simbólica de la palabra como nombre revelador, como un misterioso arcano en el cual se revela la divinidad, como el primiter Fiat, forma parte de la poética de Valente. La palabra crea el sentido. Muy de acuerdo con la definición del cubano Lezama Lima, quien le dedicó un incisivo ensayo al poeta ourensano. También la convocación de la muerte, la figura de Job, las referencias al Apocalipsis de san Juan, al Juicio Final, al día de la ira (Romanos 2:5-8), al ángel batallador. Siete representaciones viene a ser la elaboración de los siete pecados capitales. En mente la apropiación simbólica presente en la Cábala.


Ya el ourensano Antón Risco señaló algunas características del estilo lírico de Valente: concisión, laconismo, temas reincidentes, existencia asociada con las referencias a lo cotidiano, denuncia política, meditación sobre la función lírica de la palabra, poder de representación o de aniquilación, formas coloquiales, flexibilidad del verso libre, significación simbólica ('El cántaro'). Y la desolación espiritual, individual y colectiva ('soledad de yermo o de cárcel entre muros'), tan presente en Poemas a Lázaro, Valente vendría a ser en los tiempos que corren la expresión de una visión agria y desilusionada de la realidad a partir de un lenguaje poético que se revela contra sí mismo: críptico y no menos crítico.


(Parada de Sil)

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