Opinión

Somos parte del rebaño

El todavía alcalde Jácome sigue obsesionado cada día en saber lo que se dice de él. Nunca se ha conocido personaje público con tanto desapego al trabajo, al método, al rigor. Su agenda pública suena a hueco, como toda su gestión. Ausentes los grandes (y pequeños) asuntos el probo dirigente ocupa su tiempo fantaseando en las redes sociales y pasando lista a sus enemigos, que son legión. El duelo con sangre que libra con sus excompañeros reedita las películas de serie B. Se mandan recados a través de la prensa y se citan a la puerta de los juzgados para batirse dentro.

El resto de la corporación ven como los días pasan y la pesadilla adquiere proporciones siderales. A cambio, cada día que vuela del calendario deja más en evidencia que  cada partido tiene más a gala subrayar lo que les divide que una eventual necesidad para pactar una salida que acabe con esta degradación institucional, política y moral. 

Ninguna de las previsiones sanitarias para el corto plazo son optimistas. Como consecuencia de la situación, un reguero de paro, incertidumbre y falta de perspectiva se ciñe sobre nuestras cabezas. Los sectores tradicionalmente pilares de nuestra endeble actividad económica (comercio y hostelería, por ejemplo) ponen velas a toda la corte celestial.

A cambio, el Concello de Ourense sigue pagando cada vez más tarde a sus acreedores. De las ayudas y promesas vagas del tal Jácome nada se sabe. Eso sí, prepare la panoja: estamos en periodo de cobranza del IBI de rústica y urbana, del impuesto de circulación, del Impuesto de Actividades Económicas, de la entrada de garajes, de la tasa de ocupación de la vía pública... Cada uno debe tener claro qué papel juega en esta historia. La del ciudadano, mantener a esta rehala. El ourensano siempre se dejó pastorear.

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