Opinión

Debilidad internacional

Han pasado siete años desde que Zapatero no se levantó al paso de la bandera norteamericana y ahí sigue sentada nuestra diplomacia. El gesto -cuestionable porque una cosa era la oposición a la guerra de Iraq en la que estaba el 90% de los españoles y otra el desprecio al símbolo de un país- le reportó votos y tampoco hay nada que objetar sino al contrario en que cumpliera sus compromisos electorales y retirara las tropas españolas. Algo menos comprensible es que se erigiera en adalid de un masivo abandono y así lo proclamara en Túnez. Aquello ya sobraba y era remachar un doloroso clavo a EE.UU.


Pero bueno. Enfrente ha estado Bush durante todos estos años de mandato, y con tal interlocutor difícil tiene cualquiera la cosa. Aunque que no imposible, porque peor la tenía Francia, por ejemplo, con aquel Villepin que era el martillo de la intervención armada, y bien supo remendar el traje hasta parecer nuevo y flamante.


Lo nuestro sin embargo ha sido ir de mal en peor. Dejando al lado EE.UU., ha venido a resultar que de nuestro pregonado ‘regreso a Europa’ de donde se decía que nos había alejado Aznar no quedan ni las raspas. Queda soledad, enemistad y lejanía. Apuestas explícitas y desgraciadas meteduras de pata con la Merkel y Sarkozy (se apoyó con entusiasmo a sus rivales y hasta se cuestionó la victoria de la primera) , enemistad manifiesta con Berlusconi; ahora resulta que el único que parece ‘ajuntarnos’ un poquito es el inglés Gordon Brown. O sea, que fuera de los ejes, fuera de las relaciones de altura y encima haciendo el chulito, como hizo el otro día en la ONU, ninguneando a franceses e italianos. Escupiendo contra el aire y al final el escupitajo en plena cara.


Como alternativa, nuestra política internacional ha estado surtida de mucho Chávez, mucho Evo y mucha esotérica ‘Alianza de Civilizaciones’ donde tenemos como aliado al régimen de los ayatollas iraní y como gran ‘socio’ a Turquia. En suma, y por lo recto: nuestra política internacional ha sido una memez y hoy estamos en la esfera internacional sensiblemente peor que hace cinco años.


Una pena. Porque ahora necesitábamos esa influencia. Porque España por su potencia económica (8 del mundo), financiera (13) y su influencia decisiva y estratégica en Iberoamérica es imprescindible que esté en la cumbre del 14 de noviembre. En ello y a pesar de sus errores hay que apoyar a nuestro presidente. Sin fisuras. Por imagen y por realidad. La política internacional española necesita un giro de inmediato. Un giro hacia la realidad y nuestros verdaderos aliados. Y esperar a Obama es fiarlo demasiado largo. Hay que hacerlo cuanto antes que esto de la recesión mundial sí que es, en verdad, una prisa.


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