Opinión

El ocaso de las ONGs

No sé si Africa tiene algún remedio, pero desde luego no está en nuestras manos. A cada viaje, la impresión es cada vez más penosa. Quizás, aunque no sea posible ni atisbar ni cómo ni por dónde, ése remedio exista. No lo sé, aunque el impacto de la creciente podredumbre, caos, miseria, suciedad, enfermedad, corrupción y, eso si, cada vez más coches agitándose en urbes cada vez más infectas, desproporcionadas y superpobladas, indica un futuro que lejos de apuntar a mejor apunta hacia peores escenarios. Africa pueden y deben resolverla los africanos y cualquier otra alternativa por muy bien intencionada que sea no es que esté abocada al fracaso, es que ya ha fracasado.


Lo que es necesario señalar, delirios de alianzas de civilizaciones aparte, es que hay mundos de riqueza más o menos distribuida, de necesidades mínimas cubiertas, de derechos esenciales como personas reconocidos, de libertades. Y hay mundos que se debaten en la miseria, el hambre y la enfermedad acompañados ineludiblemente por la carencia de derechos y libertades, oprimidos y lacrados. Dictaduras o pantomimas de democracias son parte del entramado pero a ello ha de unirse en una gran parte del territorio otra dictadura de mayor rango y fortaleza: la religión islámica. No entendida como creencia personal sino teocracia como forma de gobierno bajo una presunta ley divina ante la que han de supeditarse los estados y los hombres. En este sentido, por mucho que algunos alucinados ’progresistas’ confundan atrozmente términos y principios, la teocracia islámica es la más opresiva, arcaica y terrible de las formas de gobierno y a ella, incluso retrocediendo a pasos agigantados hacia sus más férreos postulados, se halla sometida muy buena parte de Africa.


La corriente mundial donde una cierta sensación de culpa se mezcla con la vergüenza de la propia riqueza y bienestar, amén por supuesto de el magnífico impulso generoso y solidario del ser humano, que desembocó en la proliferación de ONG ha chocado y choca a cada paso con toda esa sociedad y si algo se percibe hoy es que por una lado ese esfuerzo resulta estructuralmente insignificante, no mejora ni siquiera una parte visible de aquello que pretende cambiar y acaba suscitando incluso efectos contrarios, de rechazo o corrupción, diametralmente opuestos a los pretendido.


Las ONG han florecido como setas. En Africa actúan decenas de miles (no exagero) y entre ellas, tampoco exagero, centenares, seguro que por encima de mil españolas. A todas, la excepcion son algunos sinvergüenzas, le impele el más noble de los sentimientos. Pero es hora de decirlo. Los resultados son, ya llevan años y años con el asunto, irrelevantes. Las ONGS como elemento de transformación y de mejora de las sociedades, salvo algún caso muy aislado (al estilo de lo logrado por Ferrer en la India), son un verdadero fiasco. Pues bien, no es nada aventuado a firmar que el movimiento, los últimos escándalos han ayudado lo suyo, camina hacia su ocaso. En poco tiempo allí solo quedarán los de siempre. Y en el fondo los que saben.


Quedarán las grandes organizaciones, las públicas y las de grandes instituciones empresariales y privadas, en terrenos de cooperación, desarrollo e investigación, quedaran las religiosas, verdaderas conocedoras del terreno y que en sanidad sobre todo hacen una actividad imprescindible, suponen un elemento imprescindible, y quedarán las profesionales, sobre todo las médicas que ejercen una actividad visible y palpable sobre el terreno. Pero todo lo demás ha quedado ya demostrado que no es ni una gota de agua en aquel maremagnun, en ese caos africano que cada vez parece ir un poco a peor. Miles de ONGS, que insisto con el mejor de los empeños y la más idealista de las voluntades, en estos últimos lustros no es ya que no hayan logrado ni invertir mínimamente una tendencia, es que ni siquiera han logrado lavarle la cara.



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