Opinión

CONFLICTO

Las crisis pueden estar bien. Ya se sabe, suponen una oportunidad de cambio. Suceden cuando advertimos un peligro y nos ponemos a la defensiva y tomamos medidas. En el caso del conflicto la cuestión es más peliaguda. Y más destructiva. Lo digo porque llegados a este punto del calendario percibo que vuelvo a entrar en conflicto, que no es lo mismo que entrar en crisis. Percibo que tengo alguna que otra espinita clavada, y que los trenes han vuelto a pasar y no me he subido a ellos. Porque cada nuevo curso es un tren. Se emprende un viaje, una andadura. Con su tripulación y sus pasajeros. Y normalmente hasta el curso siguiente no volverá a iniciarse ruta.


Mi conflicto, que no crisis, deviene cuando percibo que durante mucho tiempo me ha dado pereza subirme a ese tren, y he preferido permanecer abajo, cambiante, picoteando de aquí y allá, viajando si acaso en cercanías, o variando de rumbo de una semana para otra. Siendo libre, en definitiva. Pero, claro, a veces sin ir a ninguna parte.


Con la máxima de ser yo mismo. Una aspiración noble. Sin horarios. Sin ataduras. Pero con un peaje. Sin acoplarme a un proyecto, a un equipo, para ir a alguna parte. Tratando de estar en varios lugares para no estar en ninguno. En ninguna radio. En ninguna televisión. En ningún periódico. Trabajando desde casa.

Te puede interesar