Opinión

Contaminación acústica

Vivimos días y noches de gran contaminación acústica en las calles de nuestras ciudades. La hinchada futbolera no sabe de límites, pasándose tres pueblos e incurriendo en los territorios de lo incívico como si tal cosa. Todo este ritual sonoro que vivimos estos días y estas noches de primavera constituye el pórtico de lo que podría ocurrir si a nuestra selección le acompañasen la suerte y los buenos resultados en el Mundial.

Me gustó cómo describía Manuel Hidalgo días pasados, con el estilo exquisito y bienpensante que le caracteriza, cuánto le enoja la situación: “El entusiasmo y el placer se ensombrecen ante el sumiso ritual de hacer partícipes a los políticos y gobernantes de las glorias deportivas, ante la anacrónica ofrenda del pagano trofeo a la Virgen patrona del lugar, ante el desbordamiento sucio y cafre de las emociones, ante el desmesurado entendimiento de la victoria como una gesta épica, ante el abuso patético en el empleo del lenguaje al hablar de sueños y de héroes, ante la constancia de que masas e individuos viven vicariamente del mérito ajeno, ante la insoportable banalidad de cierto periodismo deportivo que, por falta de fuste, puede de-sembocar en el bochorno, ante lo desmesurado de tantas alegrías en contraste con las dificultades y problemas que no convocan para su solución las mismas energías colectivas… ante tantas cosas”. Estaba contrariado Hidalgo, sin duda. Con motivos.

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