Opinión

Encuentro en callao

Caminaba por la plaza de Callao el otro día, cuando me tropecé con Elvira Mínguez. Ella hablaba por el teléfono móvil. A la altura de las taquillas de los cines Palacio de la Prensa, donde se produjo nuestro encuentro, Elvira gesticuló, me hizo unas señas de que me detuviera, y ante mi asombro, comenzó a despedirse de su interlocutor: 'Pues en eso quedamos, chato, que me acabo de encontrar a un amigo y te tengo que dejar. Un besito'. Eso es lo que me dio tiempo a escuchar, antes de que Elvira, efectivamente, colgase, y me regalase un par de besos con el consabido, 'hola, guapísimo'.


Puede que la anécdota sea mínima. Es verdad que existen mil temas con más enjundia. Y sin embargo, para mí que este tipo de detalles son los que dan alegría y sentido a la vida. Porque el gesto de Elvira Mínguez, desconectando de su aparato y conectándose con la vida real, tiene mucho de bello y verdadero.


Madrid es Callao, y Callao es la vida. Cuando dicen que en las grandes ciudades la gente está más sola e incomunicada, sonrío. No será la gente como Elvira Mínguez, desde luego. No serán aquellos a quienes no importa desconectar sus auriculares para dar un abrazo. Y en ese sentido, las posibilidades que ofrece Callao como punto de encuentro, como plaza Mayor, son indiscutibles.


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