Opinión

La pifia

Me enteré del palmarés de la XIII edición de los Premios Max en el programa ‘El ojo crítico’ de Radio Nacional. Y quede claro que si este programa se emite entre las siete y las ocho de la tarde, antes de que se iniciase la gala, la filtración de datos era un hecho. Recuerdo a Olga, la redactora enviada a cubrir el evento en el Auditorio del Reina Sofía, desvelando que el indiscutible ganador de la noche sería ‘Urtain’, y Portillo la mejor actriz y Álamo el mejor actor. Imagino a la reportera entre la espada y la pared. Por un lado intentando mantener el suspense y dando al acto ese rango que merece, pero por el otro entregada a la noticia, y la noticia se sabía antes del comienzo de la entrega oficial.

Sol Picó fue la única que al recoger su Maximino mostró su decepción. Se desahogó. Llegó a afirmar que aquello, la gala, los premios, los Max, era algo que iba a menos. Que el local era pequeño, que cada vez acudía menos gente, y que los primeros que debían empujar, los primeros que debían creérselo para que las cosas cambiasen, eran los miembros de la profesión. Y al final, reclamó para años venideros que la manzana de Joan Brossa no pesara tanto. Que se hiciese hueca, y que en su interior ocultase un cheque, una alegría para el cuerpo. Los Premios Max, en su XIII edición fueron vistos por un 1’6 % de la audiencia y un total de 281.000 espectadores.

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