Opinión

La imagen de una ciudad

Que la administración es un monstruo vicioso con paso de tortuga lo sabe todo el mundo. Que la crisis ha paralizado las ayudas públicas y el furor de los constructores por construir y rehabilitar donde hubiese un centímetro cuadrado de solar, también. Que el centro histórico de la ciudad y alguna de sus calles con más vida social y turística estén salpicados de edificios en ruina o portales-basurero es inexcusable. No valen como pretexto la crisis, ni la burocracia. Existen soluciones. Sencillas. Lo de la basura se corrige retirándola y sancionando a quien la deposita a horas y en lugares impropios. Lo de las fachadas reviste más complejidad, más trámites, más tiempo y tal vez más pleitos, pero, si ha viajado, es posible que haya visto ciudades en las que estas inconveniencias estéticas se solucionan con una simple lona, que por un lado tapa las vergüenzas del edificio en cuestión y por el otro lo dibuja esplendorosamente rehabilitado. No es la solución definitiva pero sí una cura provisional que evita imágenes indeseables.

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