Opinión

EL PRECURSOR DE LOS 'ARTISTIÑAS'

Virxilio era muy exigente, laborioso, cuidadoso, rayano en el perfeccionismo. Poseedor de amplios conocimientos técnicos así como de lo artesanal, fue además el precursor de los artistas ourensanos en salir a respirar más allá de los Pirineos. Chapurreando francés y sin garantías de subsistencia estable, sobrevivió, se adaptó y llegó a convertirse en el cónsul de los paisanos que más tarde se decidieron a dar el arriesgado salto; en particular, como orientador de Antón Risco, a quien alojó en su chambre y cuidó como un hermano apenas mayor.

Artísticamente el resultado floreció en una brillante estilización multicultural, desde la mediterraneidad de reminiscencias griegas, la luminosidad de los iconos, la Galicia tanto profunda como litoral, hasta la sensibilidad expresionista del cabaret berlinés, ciudad de adopción compartida con los retornos periódicos a su chalet de O Cumial, durante años, para trasladarse posteriormente a Tamallancos.


En lo humano, Virxilio era cordial, pero directo e inequívoco cuando lo creía necesario. Lo conocí desde que yo era un niño de la calle de Santo Domingo, entonces todavía en tránsito de lo rural a lo urbano. Por ejemplo, desde la galería posterior de mi casa, por encima de una sucesión de fincas, entre ellas la de mis abuelos, podía ver las traseras de las calles adyacentes, Estudios Galicia de don Albino Núñez y la casa donde convivían la madre, el padre –popular gaiteiro don Virxilio– sus hermanos, el Manulo y el Réquinen, luego afincados en Brasil, dos singulares personajes bien conocidos en la ciudad.


Virxilio, inquieto y versátil, destacó también como exótico deportista, pues incluso formó parte de la selección española de rugby. En uno de los partidos, por cierto, sufrió una grave lesión que degeneró en enfermedad pulmonar.

Aquel Ourense de asombroso impulso cultural. Yo tenía la suerte de asomarme a la galería y ver a diario a los miembros de la familia Fernández Cañedo y, a lo lejos, la cruz de Montealegre. Si me iba a la ventana delantera, tenía enfrente la casa de Vicente Risco y familia, redacción de tantos años de la revista Nós.

Ya adolescente, comencé a ir a las tertulias de Risco en El Cortijo y el Parque, donde charlaba diariamente con Virxilio, risquiano incondicional y fervoroso, miembro desde el primer día del patronato de la fundación que lleva el nombre de nuestro maestro.


¿Cómo no sentir dolor ante la desaparición del queridísimo amigo, aunque en su caso la muerte le haya sobrevenido al cabo de muchas décadas de plenitud? Es el tiempo circular, que da vueltas y más vueltas hasta que se nos lleva en una de ellas. De la generación anterior a la conocida por el nombre de los “artistiñas” y de ésta quedamos poco más de media docena.

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