Opinión

El buen trato

No sé como habrá que tomarse la vida ahora que la alegría ha llegado a raudales a ella, ahora que no hay penas, ni tristezas, ni estrecheces, ni ná de ná, siempre y cuando esa roja nuestra continúe en el Campeonato del Mundo y los chilenos no nos quiten el nombre. Ahora ya no sé muy bien si uno se puede quejar o debe ir cual encarnación de la felicidad por todos los lados, pase lo que pase, como en las Navidades, cuando todos nos sentimos tan bondadosos y llenos de alegría, porque para eso está el balón, para que nuestro discurrir nos parezca redondo y sin aristas. Y en eso pensaré la próxima vez que acuda a una entidad bancaria y me hagan sentir como delincuente en cuarentena. No sólo por tener que soportar largas colas para ser atendida, mientras a mi alrededor circulan varios trabajadores muy elegantes, mirando con cara de prisa al horizonte y cruzando varias veces la estancia, que seguro no es su cometido atender a pequeños clientes de nada, sino también porque una vez que alcanzo ese mostrador altar, por alguna razón me siento muy pequeña, y me empiezan a sudar las manos por el pánico de que el otro, el que está detrás, me riña, sin saber yo el porqué. Y cuando logro salir, apurando el paso cada vez más, al primer aire que me hace sentir segura, me doy cuenta de que yo soy la cliente y que merezco un mínimo de atención amable. Así que la próxima vez, pienso, mostraré mi malestar. Pero nunca lo logro, sí, me acobardo al entrar en un banco. Y no me ocurre sólo ahí. Soy capaz de comprar una talla "s" de vestido, aún cuando sé que jamás en la vida lo podré lucir, si la dependienta me mira con cara fija y con un tono un tanto autoritario me repite "es así, ajustado". Ahí ya estoy perdida y mientras voy hacia casa, pienso como cometer asesinato. Que no sé yo porque me dan esos bajones anímicos, en los que me siento incapaz de dejar claras mis prioridades. Sé que tampoco es necesario que saque mi arsenal escondido, pero a veces, lo de comunicar lo que uno quiere es la tarea más difícil. Así que si la selección gana la copa por segunda vez, quizás aproveche esos días para comprar ropa e ir al banco.

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