Opinión

Una buena puesta en escena

La puesta en escena es ya más importante que la escena en sí. Hay imágenes que han cambiado parte de la verdad de la historia, pero ahora se han vuelto más codiciosos y buscan controlar la realidad, la que muchos dan por buena, creyendo fielmente que una fotografía es como un poder notarial, incontestable.

Pero nunca ha sido así, sólo dependía del sentido de la ética. Un niño sirio llega derrotado y solo hasta los brazos de la ayuda internacional, aunque en realidad formaba parte de un contingente humano con su familia, pero esa no era la imagen a vender. Putin, ese flamante personaje que se retrata a pecho descubierto en plena naturaleza salvaje empuñando una escopeta, también sabe lo que vale la puesta en escena correcta, tanto es así que sus soldados no llevan identificación en Crimea y él, aún con esa pose de hombre duro y curtido, ha logrado la nominación para el Premio Nobel de la Paz. Esas llegadas masivas de inmigrantes africanos lanzándose a las vallas son una imagen cinematográfica de primera, que sirve a unos y otros, excepto a los pobres que se la juegan. Pero por muchos que ellos sean, la entrada masiva de verdad de inmigrantes sin papeles, se produce en aeropuertos o a través de carreteras, pero eso no nos ofrece ninguna espectacular escena que pueda servir a nuestros intereses, sean cuales sean, y mucho menos nos luciría explicar que la mayoría son gente preparada en sus países, y que no se quedarán en este nuestro. La iglesia también domina la escenografía, según convenga. Fastuosidad y oropeles si la ceremonia lo requiere; autoflagelación y cabezas bajas si el momento lo exige; y mientras muchos de ellos juegan a las mentiras de las imágenes, con fotos manipuladas, y declaraciones retocadas que enfrentan a los ojos cerrados de sus realidades más indecentes. Este es el mundo del poder de la imagen. Las multinacionales también lo saben, por eso los sueldos millonarios y las oficinas inteligentes son para sus creadores de marca, mientras mantienen en régimen de esclavitud a los artesanos de sus productos en países que no puedan mancharnos. Nosotros también jugamos con ello, y ahora que acaba el Entroido, podríamos empezar a pensar en dejar las máscaras y enfrentarnos a las realidades.

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