Opinión

Cincuenta años, por Luis Romaní

Texto elaborado por Luis Romaní, PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD DE VIGO

Se cumplen ahora 50 años de la apertura del Colegio Universitario de Ourense, ocasión de la que me tocó ser testigo y protagonista de primera fila; fue el inicio de los estudios universitarios en nuestra ciudad, y el germen del actual Campus. Los colegios universitarios fueron un primer y tímido intento de descentralización; en España había un reducido número de universidades públicas y muchas menos privadas. En Galicia, la práctica totalidad de la oferta universitaria estaba centrada en Santiago, y había una fuerte resistencia en muchos estamentos a cambiar esa situación. La creación de colegios universitarios en Galicia fue a través de un decreto, que la Universidad de Santiago acogió con reticencias, y se limitó en el caso de Ourense a los primeros ciclos de Químicas, Biológicas y Geografía e Historia y primer curso de Farmacia, añadiéndose en el curso siguiente Filosofía y Ciencias de la Educación.

En junio de 1973 yo había presentado mi tesis doctoral en el Departamento de Física de la Universidad de Santiago, y poco después recibí la oferta del profesor Francisco Gutián Ojea, que había sido nombrado Director Comisario del Colegio Universitario de Ourense, para incorporarme a su claustro del curso próximo. Mi futura esposa, Julia, que estaba finalizando su tesis, encontró también un puesto como profesora de Química, y decidimos venir a Ourense a iniciar nuestras carreras docentes. Cuando llegamos, comprobamos que había muchísimo que hacer: el centro ocupaba un edificio “provisional” en el Posío, propiedad de la Caja de Ahorros, inicialmente destinado a Club de jubilados y Escuela de Secretarias, y había que adaptarlo a su nueva función. Don Francisco me nombró Secretario, y Subdirector a Manuel Albendea, un competente Catedrático de Filosofía que renunció a su plaza del Instituto del El Puente, conservando el puesto en la escuela de Magisterio. Era Albendea una persona de extraordinaria cultura y mente muy abierta, con el cual tuve una gran amistad. Completaba el staff un administrador nombrado por el Patronato, Antonio López Morais, un dinámico ourensano que conocía como nadie los vericuetos de las administraciones de las cuales dependíamos económicamente. Dado que el director solo venía un día a la semana, el peso de la organización caía sobre nosotros, y con todo el personal docente y no docente nos dedicamos en cuerpo y alma a hacer funcionar aquello. El primer problema que encontramos fue el llamado “calendario juliano”; un pintoresco ministro de Educación del gobierno de Carrero Blanco, Julio González, tuvo la ocurrencia de hacer coincidir los cursos académicos con los años naturales. He aquí que nos encontrábamos contratados en octubre sin nada que hacer hasta enero. Afortunadamente, Guitián tuvo la idea de que organizásemos un cursillo introductorio de octubre a diciembre, dirigido a los alumnos que tenían que estar ese trimestre en paro forzoso. La iniciativa tuvo muy buena acogida, y empezamos el rodaje. El asesinato de Carrero Blanco en diciembre acabó también con el ocurrente ministro y su calendario, de manera que los estudiantes de primero tuvieron un curso recortado de dos trimestres.

La ciudad de Ourense acogió al nuevo centro con expectación. La sociedad en general estaba ilusionada con los estudios universitarios, y la respuesta en la matrícula fue muy buena. Sin embargo, se detectaba una cierta reticencia en algunos sectores: circulaba la opinión de que sería mejor dedicar el esfuerzo económico a becas para mandar a los estudiantes a otras universidades “de verdad”. La actitud de las entidades de las que dependía el sustento económico del centro, Diputación, Ayuntamiento y Caja de Ahorros, tampoco era muy entusiasta. Se creó un Patronato, que tenía un plazo de 6 años en los que debería sostener el centro, comprometiéndose a entregar en ese plazo un edificio; cumplida esta exigencia, la Universidad de Santiago se haría cargo de todo. Las cosas empezaron mal desde el principio; la Caja de Ahorros fue intervenida por irregularidades en su gestión, y nunca aportó el tercio de financiación que le correspondía, por lo que tuvimos que apretarnos el cinturón y funcionar con dos tercios del presupuesto previsto. La construcción del edificio sufrió retrasos y más retrasos, de manera que la provisionalidad de la sede del Posío, totalmente insuficiente, se prolongó 16 largos años. A pesar de todo, los estudios fueron consolidándose, con resultados académicos muy satisfactorios. Los alumnos llegaban a Santiago después del primer ciclo realizado en Ourense con una sólida formación, y en general, toda aquella gente iba teniendo buenas oportunidades profesionales que les brindaba su titulación universitaria.

La precariedad de nuestra ubicación dificultaba extraordinariamente la posibilidad de incrementar la oferta de titulaciones. Mientras tanto, Coruña, Lugo y Vigo desarrollaron ambiciosos campus con buenas instalaciones y servicios, lo que facilitó la consecución de titulaciones de prestigio, como Veterinaria en Lugo, Arquitectura en Coruña o Económicas y Empresariales en Vigo. Por fin, en 1989 se inauguró el Edificio de Hierro, actual edificio de Facultades, y se consiguió la cesión del antiguo Hospital para el Campus. Las aspiraciones a un mapa de titulaciones digno llevaron a la creación de la Plataforma pro Campus, iniciativa liderada por el Profesor Manuel González Lorenzo, que contó con el apoyo entusiasta de buena parte de la sociedad ourensana, y en la que el líder sindical Etelvino Núñez se involucró a fondo. Las reivindicaciones de la Plataforma culminaron en la manifestación más numerosa en la historia de Ourense. Aún así, el Campus sufrió nuevas vicisitudes: la creación de la Universidad de Vigo incluyó en ella al campus de Ourense, y en la reestructuración subsiguiente se clausuraron los estudios de Biología y Química. A cambio, se creó la carrera de Ingeniería Técnica de Industrias Agrarias y Alimentrarias (titulación duplicada en Lugo) y el segundo ciclo de Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Las presiones de la Plataforma pro Campus contribuyeron a la consecución de nuevas titulaciones, como las licenciaturas de Física, Derecho y Empresariales. Lamentablemente, una maniobra a tres bandas entre la Consellería de Educación de la Xunta, el Rectorado de Vigo y el Decanato de Ciencias de Ourense, culminó con la supresión de la Licenciatura de Física, que había demostrado un excelente rendimiento académico e investigador. Baste decir que mi grupo de investigación presentó 25 tesis doctorales, decenas de proyectos y cientos de trabajos de investigación y comunicaciones a congresos nacionales e internacionales, siendo esta la tónica de los restantes grupos. En la actualidad, la Licenciatura de Física de Santiago deja fuera a cerca de cuatrocientos solicitantes que no llegan a su nota de corte, lo que demuestra que estaba más que justificada la permanencia de otra titulación de Física en Ourense. El cierre de Física fue declarado ilegal por los tribunales de Justicia, y bajo la presión de una renacida Plataforma, como compensación, la Xunta concedió al Campus de Ourense el Grado de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio.

Tendría muchas más cosas que contar de este medio siglo, del que he sido testigo y protagonista de primera línea. Pero prefiero acabar reconociendo el largo camino recorrido, que con sus luces y sombras, nos ha llevado desde aquel modesto inicio en el edificio del Posío, con 11 profesores y 200 alumnos, hasta el digno Campus actual. Y es de justicia recordar, agradecer y felicitar a todos los que han contribuido a lograrlo: profesoras y profesores, alumnas y alumnos, personal de administración y servicios, autoridades académicas y políticas, medios de comunicación, y sobre todo a la parte de la sociedad ourensana que, estando de parte del progreso y de la cultura, nos ha acompañado y apoyado incondicionalmente estos 50 años.

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