Opinión

El olvido que abandona

Ni lo sé, ni lo intuyo, ni soy capaz de imaginarlo. Pero estoy segura de que el olvido es una de las sensaciones más hirientes para quien tiene que enfrentarse a él a través de la mirada de la persona que tanto se quiere. No sé cuánto puede doler que te mire, te vea y no sepa reconocerte. Que haya olvidado no ya tu nombre, ni tu rostro, sino tu misma existencia. No soy capaz de intuir cuánto desgarro debe producirse cuando tomas sus manos y su mirada perdida menciona nombres y lugares tan lejanos, que tal vez nunca los hayáis visitado juntas. Esa gran crueldad no puede tener equivalencias. Es el olvido el que mata tantas cosas. Y los hay inevitables, como esos que nos rompen el corazón y que, a pesar de las luchas, siempre nos ganan causando, al menos, una baja para su bando. Pero los hay que son imperdonables precisamente porque son evitables. Son esos otros olvidos a los que tanto nos hemos acostumbrado, y que tan útiles nos resultan para no enfrentarnos a realidades, amigos, familias o vecinos que nos resulten incómodos. Ese mirar hacia otro lado, musitando alguna dulce melodía, haciendo esfuerzos para que nuestra memoria se vuelva diminuta y no nos resulte pesada, se está haciendo tan cotidiano que al final, y como dice la canción, hasta "se me olvidó que te olvidé". Resulta a veces tan relajante, desconectar y enviar a esa zona del cerebro donde tanto se almacena que nada se recuerda aquello que nos produce malestar. Es más fácil no pensar en esas niñas nigerianas que llevan desde abril en no sé sabe dónde ni cómo, porque eso tal vez no nos dejaría dormir. Es mejor olvidar. Es más saludable no recordar las caras llorosas y desgarradas de las víctimas de cualquier conflicto dejándolas a su suerte, como en los "Gritos del silencio", cogiendo un avión y diciendo adiós con pena. El olvido mata a los demás, así que, mientras que no nos toque olvidemonos de todo y que lo arreglen otros. Qué pena que cuando seamos los olvidados, deberemos salvarnos solos. Eso sí, cuando se trate de no tener en cuenta algún pequeño agravio o evitar algún conflicto, sacaremos las navajas, nada de olvidar.

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