Opinión

Parar para sonreír

Las cosas pasan a veces, así, sin una darse cuenta y después, claro, llega lo que llega, sea lo que sea. Se empieza por engullir noticias que abren informativos, páginas de periódicos, noticiarios radiofónicos, sin apenas tiempo para la digestión, y se acaba por dar crédito a todo tuit que sea retuiteado al menos dos veces o a esas entradas antológicas de los faces seguidos de comentarios, vaya a usted a saber de quién, jaleadores y palmarios. Y así, de repente, el rictus se transforma en una seriedad involuntaria y en una expresión de permanente enfado, sin que una sea ni tan siquiera consciente. Y de ahí a tomarse la vida de una manera tan trascendental que todo lo que no sea seriedad o apariencia de fin del mundo deja de tener sentido, hay solo un paso pequeño, y poco agradable. Y claro una descubre que, de pronto, puede llegar a ser confundida con una ciudadana de a pie que nunca nada ve bien, o con una votante permanentemente cabreada, o con una trabajadora en constante pie de guerra, o con una amiga eternamente enfadada. Y es ahí donde debe empezar el cambio, o al menos, donde debería comenzar a aparecer la sonrisa. Que sí, que es verdad, que la vida a lo mejor es más fácil de lo que estadísticas y prospectos de ansiolíticos nos enseñan, que a lo mejor no es el mundo el que se ha despertado una mañana con el firme propósito de hacernos el día un poco más puñetero, sino que nosotros, dejándonos ahogar en vasos sucesivos de cualquier líquido, nos hemos convertido en los enemigos del mundo entero, así en abstracto. Que es verdad que a lo mejor conviene aflojar un poco, tomar un poco de distancia y saber que nuestro poder sobre el universo no existe. Que tal vez, cuando confundamos nuestra propia voz con un gruñido, puede ser una buena idea leer un libro, un cómic, escuchar rock, música clásica, ver teatro, cine, marionetas, hablar con los nuestros, emparejarse mental o carnalmente, o tomarse un excelente licor café en buena compañía. Que el mundo, con toda la porquería que lanza, tal vez bien merezca unas sonoras carcajadas con amigas, porque cuando nos lleguen las penas, él no nos librará.

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