Opinión

La regeneración democrática

Ay esa regeneración democrática que se nos viene encima. Cuantos males nos va a curar, así sin que nos demos cuenta. Va a ser una bicoca, de la noche a la mañana, resueltos los conflictos que creíamos podían ser insalvables. Cuando lo escuché anunciar, de manera tan seria y tan solemne, recordé a ese político japonés de 47 años, Ryutaro Nonomura, que, acusado de corrupción, aparece en una imagen televisiva sollozando amargamente y golpeando la mesa con los puños, repitiendo sin cesar "quiero cambiar esta sociedad. Yo he apostado mi vida ¿No lo entienden?”. Y yo, que ya no sé muy bien si quiero cambiar algo en alguna parte, temo que he tirado la toalla y desistido, pensé en ese llanto desgarrado y casi recupero la fe en tampoco sé muy bien el qué. A lo que íbamos, que si bien hubiese sido un buen golpe de efecto unas lágrimas rodando por el rostro del presidente del gobierno, el mensaje ese de "quiero la regeneración democrática", imaginado con una rabieta asociada a las puras ganas de llevar a cabo su idea, me convenció. Buen camino. Se acabó no poder decidir en lista abierta al menos al alcalde de un municipio; se acabó que la policía te pueda retener en comisaría durante seis horas para identificarte; se terminó que alguien decida por tí lo que debes hacer con tu cuerpo, se acabaron los privilegios de los diputados y senadores; nunca más habrá leyes económicas que favorezcan a los que más tienen y hagan pagar al que menos ingresa, y,por fin, se eliminarán las tasas judiciales que hacen muy difícil que todos seamos iguales ante la ley, o al menos, que gocemos de las mismas oportunidades de defensa. Y esto enumerado con rapidez y sin lápiz y papel. Al fin alguien sensible a las heridas infringidas a la democracia (sin entrar a nombrar a verdugos), para rejuvenecerla y vitaminarla. Pero que no era eso. Que la tal regeneración no es más que una treta legal para asegurarse alcaldías y sillones que los del poder están sintiendo que se mueven bajo sus pies. Y para qué empezar por castigar la corrupción, echar a los implicados, ser transparentes y legales, y ganarse de nuevo la confianza de sus empleadores con humildad y trabajo. Qué va, mucho mejor una ley, que para eso mandan. Y aquí seguimos los mandados, esperando no se sabe el qué.

Te puede interesar