Opinión

Hay que salir de las rutinas

Dicen los expertos que cierta dosis de rutina es más que necesaria para poder vivir. Al parecer, en caso contrario, eso de ir de sobresalto en sobresalto, sin saber dónde estaremos en el minuto siguiente, nos podría provocar las muertes más diversas con shocks traumáticos. En cambio, los románticos aseguran, entre lánguidas miradas, que eso de la rutina mata una tras otra todas sus relaciones amorosas. Reflexionando sobre ambas posiciones, la conclusión más lógica podría ser que un sobresalto, de vez en cuando, no viene mal para tener niveles de adrenalina que nos hagan vibrar, sin llegar a correr riesgos mortales. Precisamente lo que desde múltiples estancias públicas intentan con ahínco, sin que sepamos agradecerlo. Y además nos despachamos sin sentido contra esos buenos propósitos. Una se pone a conducir y poco a poco, de manera rutinaria, ha pisado el acelerador algo más de la cuenta, pensando que hay cierto margen para saltarse la ley. Pero para que vivamos con esa intensa alegría de la incertidumbre, la autoridad unas veces lo pasa y otras reduce la diferencia como quiere, y sin aviso. Te llegan multas a doquier, que quieras que no, le dan a tu vida otro impulso y otra energía. Los hay que se instalan en la tranquilidad que les da creer que tienen las cuentas ajustadas con Hacienda y se relajan, sin darse cuenta que corren el riesgo de caer en una monotonía letal. Para eso llega raudo Montoro a exigir atrasos, imponer multas, o embargar cuentas. Pero los destinatarios, desagradecidos, montan movilizaciones sin percibir cómo se rompe su rutina con una energía que ni se imaginaban. A veces se lo trabajan concienzudamente. Que desconectamos ante la insistente coletilla de corruptelas detectadas, imputaciones varias y ausencia de castigos carcelarios y nos dejamos llevar en un sopor rutinario, repitiendo a modo de mantra eso de "nunca pasa nada", pues van y dicen que meten en la cárcel a Fabra. Das un salto, porque te sacan de lo de siempre. Te vienes arriba, y después suspenden su entrada en prisión. Y así estamos en un sinvivir, pero controlado. Con unas autoridades que día sí y día también nos cuidan, sacándonos de la rutina asesina.

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