Opinión

Seguiremos con el ruido

Hoy tal vez hubiese sido un buen día para hablar de optimismo, de recuerdos vacacionales, de la alegría de algunos reencuentros, de ese estrés, en estos tiempos casi bienvenido, por tener que volver a trabajar, o de esa euforia que manifiestan quienes aún van a comenzar sus días de asueto. En fin, que tal vez hubiese sido un buen día, como a lo mejor cualquier otro, para no dejar que ningún nubarrón oscuro sobrevolara este diminuto espacio, y recordar aniversarios tan literarios como el de Cortázar o el de Mary Poppins que nos dibujaran una sonrisa "supercalifragilisticaespialidosa". Pero a pesar de las buenas intenciones no va a poder ser. Me sería difícil mientras estoy pensando en Ana María, Mónica, Sonia, Lucía o Rosa, entre otras. Mientras me doy cuenta de que, desgraciadamente, esta lista de mujeres asesinadas es tan larga que no podremos recordarlas por sus nombres, tal vez la única manera de no convertirlas sólo en un número, de no reducirlas a una fría estadística. Pero tal vez se trate de eso. Tal vez haya algún interés en que deshumanicemos las tragedias para que pasemos de largo solo con un lamento ahogado, pero sin fuerzas para armarnos y plantar cara, exigir y tener conciencia de la magnitud y la onda expansiva que producen las muertes violentas. Aumentan los asesinatos de mujeres, y muchas siguen muriendo cada día un poco más entre golpes y humillaciones, pero mientras tanto, nada cambia. Mientras tanto seguiremos dando voz a vecinos que, probablemente armados de buena intención, seguirán proclamando que todo era normal, que él era bueno y que no detectaron nada. Seguiremos escuchando a políticos afirmando que los datos les son favorables, jurando que el combate es una prioridad, mientras recortan. Seguiremos viendo cómo cada día se ponen en cuestión las denuncias y salen vigorosas las alusiones a la falsedad de muchas de ellas. Seguiremos asistiendo de manera pasiva a la maldad de quien utiliza este drama para sacar algún tipo de provecho. Seguiremos escuchando tanto ruido, que no oiremos las voces de auxilio y, por lo tanto, seguiremos muriendo. Porque a veces nos ganan las ganas de tener, por encima de todo, la razón, y nos negamos a volver a mirar y a reconocer que cuanto más unidas, mejor.

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