Opinión

De valientes y cobardes

Dice el personaje de un libro que no hay valentía en hacer algo que no tienes opción de no hacer. Eso, según asegura, no es más que ir sobreviviendo a pasitos. Y es que la valentía y los héroes están últimamente tan sobreexpuestos que se ha devaluado su auténtico valor. No es un héroe aquel que cuida de su pareja tras años de convivencia porque ella ya no puede más, sino un malnacido el que la abandona. No es una heroína la que hace frente a una dura enfermedad, sino un ser humano que intenta seguir viviendo, y si sale de ello, es una afortunada, no una valiente sin parangón, porque quien desgraciadamente se queda en el camino, no lo ha hecho por cobardía. No es valiente llevar a cabo una ley que quitará derechos fundamentales de un plumazo y persistir en la locura, aún a pesar de sentir que es un error. No es un acto heroico estar con la espalda doblada, de sol a sol, intentando plantar lechugas en una tierra en pleno desierto, eso es una estupidez. La valentía está en levantarse y reconocer que el esfuerzo deberá ir en otra dirección. No es valiente el torero que sale a la plaza rodeado de ayudantes y armado con espada y capote para enfrentarse al toro, eso es una salvajada que, aún a riesgo de perder el título de patriota, debería eliminarse. Cuánta confusión en torno a la valentía y al heroísmo, sobre todo cuando desde ciertos poderes nos quieren renombrar el significado. A veces sólo se trata de sobrevivir sin puñales clavados en la espalda, y a veces solo de engañar. Puede que hayan intentado desvanecer la línea que define a los héroes y a los valientes para aparecer quien menos lo merece con este título. En cambio la cobardía está cada vez más definida, solo que nadie la quiere reconocer ni nombrar, porque todos acabamos siendo cobardes. Cobardes por callar, cobardes por mirar hacia otro lado, cobardes por reescribir mil y una veces nuestra memoria hasta que se acomoda a nosotros o a los otros que queremos impresionar, cobardes por atacar al otro para evitar que nos juzguen a nosotros, cobardes por admitir con la mirada entornada lo que juramos combatir. Cobardes a veces por no ser quien realmente somos y escondernos. Pero eso no hace a los impresentables ser unos valientes.

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