Opinión

VAMPIROS

La moda va por barrios y por tiempos, se decía. La moda era pasajera pero significativa. Falda larga, falda corta, dependiendo del momento, según los economistas. Así, al menos, era antes.


Lo que sucede es que ahora mismo no hay una norma establecida y la moda es cualquier cosa. A la ópera se va en vaqueros y al campo con lentejuelas. Las comidas también han variado. Antes se apreciaba la cocina casera, ahora se valora la desestructurada. Eso, los que todavía pueden comer. Sin embargo, la novedad ya no está sujeta sólo a la vestimenta o la gastronomía, sino que se hace visible en los comportamientos, el lenguaje en los medios de comunicación, en la calle y en la casa. A los niños se les inculca el horror por las guerras, pero casi todos los videojuegos son cruelmente violentos. Las palabras se utilizan como si todas pesasen lo mismo y estuvieran metidas en un saco. La primera que sale sirve para darle un sentido que está a años luz de su significado de origen. Todo vale, silaba más o menos. Tal vez sea eso lo que dificulta el entendimiento generalizado. Es como un lío morrocotudo en el que nadie se entera de lo más evidente, que es precisamente el problema que produce la tergiversación del verbo que conforma las ideas, dentro de una confusión colosal. Choca el placer por el silencio, con el gusto por el estruendo.


Las costumbres hacen a la gente noctámbula. No hace tanto se vivía y se trabajaba de día y ahora se vive y se solucionan los asuntos de noche. Reflexionemos pues sobre el hecho de que surja arrollador, o vuelva nuevamente con fuerza, el mundo de los vampiros. La cosa tendría bastantes lecturas, de profundizar en ella.


Lo que pasa es que si el conde Drácula era un personaje temible y temido, con una personalidad fuertemente definida en una tragedia insondable dentro de un poema en negro, ahora los vampiros que inundan la literatura y el cine son seres de diseño, casi barbilampiños y con colmillos de leche. En contraposición están los zombis, antes débiles esclavos sin alma, ahora convertidos en insaciables depredadores en busca no de gargantas de marfil, sino de todo aquello que se mueva, con la voracidad suficiente para comerse el mundo. Y nunca mejor dicho. Lo peor de todo, es que a estas dos ficciones que invaden cualquier medio lúdico, se presentan como invencibles. ¿Será como un pronóstico?


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