Opinión

Vivan las inteligencias

Quién sabe si no habremos malgastado el dinero de nuestros padres y no estaremos haciendo lo propio con el nuestro, en ese denodado empeño de adquirir conocimientos, en la odisea de cultivar la inteligencia, o en la batalla de ir esquivando los sucesivos analfabetismos a los que nos lanzan las implacables tecnologías. Tiempos aquellos en los que ese era el camino a seguir, en los que oíamos machaconamente que el saber no ocupaba lugar y cuando creíamos que a ciertos espacios sólo era posible llegar con, al menos, un gramo de inteligencia. Y ¡zas en toda la boca! En esos giros que el mundo va realizando a su manera, como ya decía la canción, ha debido ir perdiendo la materia gris que a tan buen recaudo le gustaba tener. Y todo se ha invertido. Los que sólo saben gritar, insultar y multiplicar muletillas se han convertido en los nuevos dioses a imitar y a seguir como auténticos modelos de futuro, con su fama televisiva y su dignidad anulada. Los que parlotean sin cesar, con palabras vacías de contenido, con un sentido común lo más alejado posible del sentido, los que se autoproclaman adalides de libertades, derechos, deberes, los que se tienen que retirar a reflexionar un debate sobre un tema que deberían saber de memoria, son los que manejan el futuro y el destino de millones de personas. Los charlatanes de ferias que juran que su crecepelo hará crecer las melenas más frondosas son los que llegan incluso a ocupar sillones en cualquier academia. Da un poco de vértigo comprobar quienes son y a dónde han llegado algunos de esos tontos útiles, que de ser una minoría han pasado a ocupar lugares que nunca deberían pisar. Porque además están convencidos de su saber y su conocimiento, y ya se sabe que nada es más atrevido que la ignorancia, ni nada más peligroso que la ineptitud revestida de talento. Y lo perverso es que ocupan tanto espacio, se colocan tan furiosamente a codazos en algunas primeras filas, y gritan tan fuerte que dificultan la localización de esos otros que sí hacen honor a su profesión o a su vocación, y que no necesitan plasmas, ni papeles, ni pinganillos, ni guiones para estar, les sobra con su cerebro. Mantengamos la esperanza y vivan todas las inteligencias.

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