Opinión

La peor clase política en el peor momento

Sin estadistas, sin líderes sólidos y todos ellos con un denominador común: discursos radicalizados, débiles y carentes de toda credibilidad. Nuestra España está huérfana de conductores para la difícil travesía de nuestro futuro inmediato. La peor clase política del último siglo no nos va quitar de ésta ni de lejos, y casi mejor que se hagan a un lado, para no corromper aún más todo lo que dicen gestionar. ¿Toca arrimar el hombro? Pues sí, pero nos toca a los de siempre, a los autónomos, a los trabajadores y a la pequeña empresa. Y toca luchar, una vez más, por nuestra propia supervivencia económica y por nuestro espíritu de superación. A sabiendas de que una parte del beneficio de nuestro inconformismo queda en manos nuevamente de políticos mediocres y rasputines, que nuevamente intenten llevar al abismo a nuestra sociedad. Ese es el tributo feudal que aún hoy tendremos que seguir pagando a unos partidos llenos de vividores y estómagos agradecidos. 

Ni siquiera son capaces de decirnos cuántos fallecidos hay realmente a día de hoy; hasta ese sangrante grado de incompetencia llegan estos personajes. Todo un aparato del Estado, con un abultado número de ministerios, secretarías de Estado y direcciones generales, con centenares de asesores y ni son capaces de suministrar el suficiente material de protección en perfectas condiciones a nuestros sanitarios, a los cuales les siguen mandando a primera línea con mascarillas defectuosas o con equipos incompletos. Y así, más de 30.000 de ellos están infectados con decenas de fallecidos en sus filas, al igual que los cuerpos de seguridad. En cualquier otro país, estos señores estarían cesados de sus puestos y respondiendo ante un tribunal por sus presuntas negligencias. Por esto mismo manifiesto mi respaldo a un valiente Consejo de Enfermería, el cual ha denunciado públicamente la gestión “caótica y absolutamente descoordinada” del Ministerio de Sanidad en esta crisis. 

Llegados a este punto, creo que todos y todas deberíamos hacer una profunda reflexión, y discernir de si somos unos simples borregos de un rebaño dócil y sumiso, o si somos personas con criterio y personalidad propia. Cada vez veo más cerca una dictadura socialcomunista. El tema es que casi todos la vemos, la comentamos en redes o en privado con amigos y familiares, y aun así, nos estamos dejando arrastrar con una pasividad pasmosa. Y lo peor aún está por venir... con una economía rota, con una crisis que no es coyuntural, y que va durar años. Un país con su sector servicios y turismo a los pies de los caballos significa miles de empresas quebradas y un repunte del desempleo brutal. Todo ello con una caída del consumo que lastrará a los demás sectores. Si nuestros actuales responsables públicos no saben de lo que les estoy hablando, pues les aconsejo que retrocedan su mirada 90 años atrás, y saquen sus conclusiones de lo que significó, y originó, la gran depresión de 1929. 

De esta solo nos saca la UE con una megainyección de cientos de miles de millones de gasto público. Y si esto se produce, que sea con un gobierno distinto y con personas capacitadas para que lo gestionen con inteligencia y rigor. Porque si están los mismos, pues saldremos en jirones como mínimo.

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