Opinión

¿Se puede gobernar sin "bolis"?

En plena era digital, gestionar una administración sin tener bolígrafos a mano pues como que es una verdadera utopía. ¿A quién se le iba ocurrir que se pueda gobernar una administración local, aprobar un plan general de ordenación urbana e inclusive redactar y aprobar unos presupuestos sin bolis? Bueno, bueno, hasta ahí se puede llegar. Es decir, que más de 600 empleados públicos y otros tantos externos pues como que quedan a los pies de la inoperancia total al no prever los servicios logísticos de la susodicha administración la falta de una herramienta tan básica para sus menesteres como un bolígrafo, imperdonable vamos. Lo que pasa en Ourensis no pasa en ninguna otra ciudad del imperio, doy fe.

Sinceramente Ourensis es un caso único de estudio -y lo que le queda- y hoy me voy fijar en su nuevo y ejemplarizante modelo de pluriempleado público. Entro en materia de tan interesante tema: 

Pluriempleados los hay por pura necesidad de supervivencia familiar, totalmente justificable, faltaría más en un contexto de precariedad laboral. También está la pluriactividad en los autónomos que responde, por un lado, a un intento de complementar los ingresos generados por cuenta ajena y, por otro, a la intención de minimizar el riesgo del trabajo por cuenta propia manteniendo una seguridad como asalariados, pero sin dejar de desarrollar la actividad que les gusta como emprendedores.

Después están los otros, los que, desde el sector privado, se pluriemplean por una sana ambición o por superación personal. Pero a los que hay que darle de comer aparte son a los pluriempleados públicos con retribuciones muy superiores a la media, a esos que por un desorbitado egocentrismo y avaricia desmesurada, quieren abarcar diversos sueldos públicos pagados con los impuestos de todos. Me viene a la mente la de un señor que, no satisfecho con sus retribuciones como senador a dedo (ya que va a disfrutar de un salario anual bruto de unos 70.000 euros anuales, más dietas, gastos y pluses), pues le va sumar, la asistencia a plenos ordinarios en su condición de concejal y demás gastos acordes a tal menester. Todo ello solo sucede en la virtual ciudad de Ourensis, que quede claro. En la vida real esas cosas no pasan. Y en esa ciudad imaginaria, algunos, como el que escribe, defenderíamos la eliminación de chiringuitos públicos a cuenta de nuestros impuestos, y también introduciríamos en el mismo saco las conductas, presuntamente inapropiadas e inasumibles, de personajes públicos como el ejemplo "virtual" que acabo de describir. Y mi primera pregunta-reflexión es la siguiente: ¿de verdad nuestros impuestos deben ser destinados a pagar varias y ostentosas retribuciones salariales a personas cuya productividad pública es mucho más que cuestionable? En el capítulo de abrazafarolas y estómagos agradecidos varios tienen cabida unos cuantos elementos que pululan por nuestra fauna política virtual, pero el nivel de tomadura de pelo a cuenta de nuestros muchísimos impuestos, como que supera la hipocresía más absoluta. Menos mal que esto solo se produce en nuestra incansable y disparatada imaginación. ¿Se imaginan ustedes que fuese real?

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