Opinión

Bolso reciclado Tombo

Bolso reciclado Tombo
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Cuando fumaba y vestía chaquetas de tweed, salía de casa haciendo un ligero chequeo de bolsillos. Las llaves y el tabaco iban en los bolsillos delanteros, que hacía sonar con un pequeño tap-tap. El teléfono (minúsculo entonces) y la cartera viajaban en los interiores de seda, mejor protegidos de carteristas y también más cerca del corazón. Este era el equipaje cotidiano. El ordenador y los libros, si tenían que venir, venían conmigo del brazo como la carpeta de un colegial. Evité las mochilas siempre que pude y apenas le hice caso a la totebag, la bolsa de tela de propaganda que ha marcado a una generación de propaganda. La idea fue siempre caminar ligero, llevar lo imprescindible y un poco menos.

Andar así tiene desventajas. Cuando tienes que transportar algo inesperado. Cuando el día se hace viejo y acumulante. Cuando, más que paseantes, somos caravaneros. Las bolsas y bolsitos que pude tener pasaron sin pena ni gloria. Hasta que llegó un bolso definitivo. Es un bolso hecho a mano por una amiga artesana, que fue quien me lo regaló. Se llama Tombo, como le llaman a las olas en la ría de Muros y es un bolso de vidas anteriores. Antes que bolso fue vela de barco. Sara, que así se llama su madre, las rescata de un almacén de reparación náutica. Cuando las velas no pueden remendarse más, estos retales valiosos se reencarnan en bolsos para varias vidas nuevas. En su piel de nailon pueden verse los zurcidos sucesivos. Su diseño es sencillísimo:un compartimento con dos asas finas de piel curtida con taninos de roble, que es la piel amable con los ríos que envejece hermosamente. Se cierra con un simple broche y, de un extremo, un cuelgallaves que es puro ingenio. 

Llevo este bolso cada día con las pequeñas cosas de la vida. Es tan sencillo como perfecto. No se me ocurre nada que reclamarle. Hasta cabe en la alforja de la bici. Cuando se ensucia, lo limpio en el pilón con un cepillo y jabón de sosa. Así lo estreno otra temporada más. Si algún día le pasa algo, lo mandaré a zurcir para que estrene cicatriz. Sé que estará conmigo muchos años. Ojalá las demás certezas en esto del vivir fuesen tan rotundas como el bolso Tombo.

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